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Voto de Gabi Oldman:
8
Comedia. Intriga California, año 1970. A Doc Sportello, un peculiar detective privado de Los Ángeles, le pide ayuda su exmujer, una seductora "femme fatale" debido a la desaparición de su amante, un magnate inmobiliario que pretendía devolverle a la sociedad todo lo que había expoliado. Sportello se ve envuelto así en una una oscura trama, propia del cine negro. Adaptación de la novela homónima de Thomas Pynchon publicada en 2009. (FILMAFFINITY)
6 de julio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al más puro estilo del cine negro ahogado en psicodelia de los años ’70, Paul Thomas Anderson nos sumerge en una historia lo suficientemente enrevesada para que funcione como obra propia del género. Además de contar con una galería de personajes de un submundo californiano puestos hasta las cejas.

Desde la entrada en pantalla de la femme fatale de turno, interpretada por Katherine Waterston, vista en La desaparición de Eleanor Rigby (Ned Benson, 2014), y un detective venido a menos, cervecero, fumeta y lo que le echen, con el rostro de Joaquin Phoenix, que tras un gran diálogo que sirve como un prólogo, cerrado con un poderoso plano secuencia, nos mete de lleno en la historia. Narrada deliciosamente con la voz en off de la cantante Joanna Newsom, que interpreta a la amiga de confianza del protagonista. Una historia de la que no querremos escapar pese a encontrarnos en varias ocasiones tan perdidos como el detective.

Basada en la novela de Thomas Pynchon, Inheret Vice, traducida al castellano como Vicio propio (2009), la película cumple con los requisitos de la novela negra, desde los tiempos escritos por Raymond Chandler y protagonizados por Robert Mitchum. Un punto de partida aparentemente sencillo hasta que comienzan a aparecer una innumerable serie de personajes con sus rocambolescas relaciones que conforman una gran tela de araña sin un dibujo definido. Ese es el juego, dejarte llevar por el desarrollo de la historia de tal forma que la propia historia se convierte en el fin. No importa cómo comenzó, y no importará cómo termine.

Por pantalla aparecen policías con pretensiones interpretativas, bajo el aspecto de un Josh Brolin tan malhumorado como divertido en un papel que le viene hecho a medida. Panteras negras, hermandades arias, prostitutas asiáticas, hippies y dentistas narcotraficantes, con el regreso de Martin Short muy pasado de rosca. Además, Reese Witherspoon aparece de nuevo junto a Phoenix tras En la cuerda floja (James Mangold, 2005), como ayudante del fiscal y amante particular. Benicio Del Toro en un pequeño papel de abogado. Owen Wilson, más serio de lo habitual. Michael K. Williams como un miembro de los Panteras Negras. Jena Malone como una yonki rehabilitada. O Eric Roberts, como el magnate inmobiliario desaparecido. Todos ellos, entre otros, conforman ese universo californiano por el que nos lleva el protagonista.

El estado de abstracción que tiene la cinta, ayudado por una banda sonora bien acompasada y una gran fotografía de colores vivos, convierte a Anderson en uno de los principales transgresores de las estructuras narrativas del cine actual, como ya demostró con Boogie Nights (1997) o Magnolia (1999).

Todo ello, como no podría ser de otra forma, con humor, un humor a veces exagerado cercano a El Gran Lebowski (Joel y Ethan Coen, 1998), y crítico en cierta medida con eso que a los estadounidenses les llena el alma con sólo nombrarlo: el sueño americano.
Gabi Oldman
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