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Voto de Chris Jiménez:
9
Intriga. Thriller. Terror Cuando David intenta adelantar a un camión cisterna no se imagina que el conductor se lo tomará como una ofensa personal. A partir de ese momento, el diabólico camionero someterá a David a una persecución mortal... (FILMAFFINITY)
28 de febrero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Va uno tranquilo pensando que […] puede conducir por una carretera nacional sin que nadie trate de asesinarle...y de pronto ocurren una de estas estupideces increíbles".
¿Podría resumirse el miedo y la desesperación que invaden al protagonista de esta aterradora historia con unas palabras más acertadas? Seguramente no, y desde luego creo que todos pensaríamos y nos sentiríamos igual que él.

Corría el 22 de Noviembre de 1.963, día en que Oswald asesinó a John F. Kennedy, cuando el escritor especialista en el género fantástico y de terror Richard Matheson, cuyas obras han sido llevadas a la pequeña y gran pantalla en muchas ocasiones ("El Último Hombre sobre La Tierra", "La Leyenda de la Casa del Infierno", "El Increíble Hombre Menguante"), se vio hostigado en plena carretera por un camionero de camino a casa, suceso que decidió convertir en historia para vender a alguna cadena televisiva, aunque sin éxito alguno, por lo que ésta terminó publicada en la revista Playboy como relato corto.
Y el destino, o más bien un contrato de Universal de cuatro películas para la televisión, quiso que dicha historia cayera en las manos de un Steven Spielberg de 25 años que cimentaba paso a paso su camino a la cima desempeñando trabajos en la pequeña pantalla, cuando aún ignoraba que habría de convertirse en el Mesías de Hollywood. El encargo de adaptar el cuento de Matheson tenía como condición ser rodado en diez días, lo que casi se cumplió al pie de la letra; sin embargo, el gran éxito de la película durante su emisión dio pie a que los productores la reestrenaran en cines, pidiendo al director completar el metraje de 70 min. con algunas secuencias más.

Comenzamos el viaje junto a un hombre sencillo llamado David saliendo del garaje de su casa; atravesamos la ciudad mientras se escucha un programa de radio, todo bajo el manto de lo cotidiano y la normalidad. Dejamos las abarrotadas calles para penetrar en el vasto desierto de Mojave, cuya línea de escisión es la extensa carretera esbozada sobre sus naranjas arenas mientras el cielo está coloreado de un bonito azul claro. Pero algo destaca en tan evocador paisaje, y no para bien: un enorme camión de dieciocho ruedas y carrocería oxidada dificulta el paso en la vía, y por su chimenea emerge un humo negro del todo molesto. David lo adelanta y sigue su marcha...
Hasta que el conductor del armatoste acelera y vuelve a posicionarse primero; aparece la primera sensación de extrañeza en el protagonista, que deja atrás una vez más al vehículo. El conductor hace sonar la bocina, malhumorado. David llega a una gasolinera en un pueblo cercano y misteriosamente el camión le sigue hasta allí, sin bajar el conductor; poco después atendemos a una conversación entre el anterior y su esposa; en menos de dos minutos se nos hace una perfecta descripción del personaje: un tipo tranquilo, cobarde, que evita las confrontaciones, que prefiere las evasivas, que no defendió a su mujer del acoso de otro hombre la noche anterior.

Tras esta pausa y revelación regresa al coche, aunque para su sorpresa el camión continúa allí parado; baja el conductor, David sólo ve sus brazos y sus botas rojas de puntera, aun así retoma el viaje. Otra vez en carretera, vemos en el espejo del Plymouth acercarse al mamotreto de la humeante chimena, David le concede el paso y el camionero le adelanta, pero éste vuelve a decelerar impidiéndole cruzar la vía; la molestia se transforma en desasosiego hasta que el protagonista toma la iniciativa y le rebasa de nuevo. Y así comienza el duelo: por mucho que David acelere, el camión siempre irá detrás de él, así que la velocidad y la tensión aumentan al unísono.
Tras un pequeño accidente se refugia en una cafetería, y allí escucharemos sus pensamientos, estableciéndose una enorme complicidad que nos pondrá en su lugar, más aún cuando descubra al camión aparcado fuera ignorando si alguno de los presentes es el conductor; las influencias "hitchcockianas" se revelan más fuerte que nunca al estrecharse el cerco alrededor del personaje, siendo la sensación de ahogo aún mayor que la experimentada en la autopista, pues el asesino puede (o no) estar ahí mismo, pero Matheson es muy inteligente y su principal función es confundir al espectador del mismo modo que a David con una sucesión de giros argumentales sorprendentes (nunca sabemos qué va a pasar).

David saldrá de nuevo a la carretera pero la huida es imposible, ya que se verá acorralado en todo momento tanto por obstáculos fortuitos (el autobús escolar, el manguito del radiador) como por la furia del camión, convertido por obra y gracia del director y su guionista en una aterradora máquina poseída por alguna fuerza diabólica, lo que inclina al film al más puro terror, en la línea de Carpenter o Stephen King (veremos las influencias en "Christine"), mientras se nota cierto regusto a la serie "B" de Corman.
Con un "look" a lo Burt Reynolds, Dennis Weaver ofrece una actuación magistral, aumentando su histrionismo al tiempo que la tensión, perfectamente conducida por el director, quien, sumergiéndonos en lo más profundo del paisaje americano, demuestra un talento innato para el suspense, el terror y la acción más desenfrenada. Pero el protagonista absoluto será siempre ese Peterbilt 281 de 1.955 cuya presencia resulta de lo más escalofriante y cuyo rugido (utilizado en la escena final de "Tiburón") no es otro que el de una bestia infernal de vida propia cuyo origen sigue siendo un misterio.

¡Quien pudiera debutar así!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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