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Voto de Chris Jiménez:
9
7.2
57,386
Thriller. Drama
Jackie Brown (Pam Grier) es una azafata de vuelo que necesita dinero y hace de correo para Robbie, un mafioso buscado por la policía. Un día es sorprendida en la aduana y acusada de tráfico de drogas y evasión de capital. Sólo podrá evitar su ingreso en prisión, si acepta una propuesta de la policía: ayudarles a llegar hasta Robbie. (FILMAFFINITY)
18 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tensión en el sentido más estricto del término. Jackie se observa en el espejo del probador...son unos segundos, pero son cruciales, es ella sopesando toda su vida y los sucesos que están por acontecer.
Es este instante en que el fino hilo puede seguir sosteniendo el plan o romperse por completo. Es el alma de esta historia...
Un momento casi insignificante de todos los que hay, pero aquí es cuando la existencia de Jackie puede impulsarse hacia un futuro que compense toda la porquería que ha estado tragando o caer en un pozo aún más oscuro; en este momento estamos completamente de su parte y todos los demás no nos importan. Esta complicidad y esa fuerza que se arremolina dentro de ella es la que exuda Pam Grier por sus poros; una fuerza ciclónica en otro tiempo que se ha ido apagando. Ya no hay más Foxy Brown, hay una señora de 40 años con un mundo que se le ha echado encima y precisa una salida, esa conexión mística une a la legendaria actriz con su personaje.
Personaje surgido de la secuela de "The Switch", "Rum Punch", publicada en 1.992, una de esas "crook stories" que Elmore Leonard sabe elaborar tan bien: casi 300 páginas de entramados criminales absorbentes, personajes carismáticos, perfectamente desarrollados, y diálogos e interacciones brillantes, prosa directa, cruda, pero metódica, evocadora, ácida, divertida, que pide escucharse en pantalla. Y es curioso, casi esotérico, cómo Quentin Tarantino mencionara en una entrevista de 1.994 que para su siguiente película pensaba hacer una adaptación; quizás ya hervía en su cabeza traer la historia de Leonard al cine.
Pero con su mundo a cuestas, porque le conocemos, eso fue lo que más le preocupaba al admitirlo ante el veterano autor, aunque a él no pudo importarle menos. Fácil de apreciar cómo lleva a su terreno la novela cuando las intensas primeras melodías "funk" de "Across 110th Street" dan paso a Grier en su rol de Brown, desterrando a Jackie Burke, la rubia delgada de Leonard (en realidad ese físico se extrapola a Melanie, con el desparpajo angelino de Bridget Fonda). Esta vuelta de tuerca a la raza del personaje hace que el tributo a la actriz y al género que la convirtió en el icono que es cobre un sentido muy poderoso.
Si bien no es una resurrección como tal de la "blaxploitation" (pocos saben que eso, mientras "Jackie Brown" se rodaba, lo estaba haciendo Fred Williamson con "Original Gangstas", cuyo reparto, Grier incluida, reunía a las glorias del caduco subgénero). Y la actriz emerge, está ahí parada, conducida por una cinta, pero su fuego interior sacude y abrasa la pantalla, y lo que canta Bobby Womack a su modo narra el pasado del personaje y su álter-ego ("Hice todo lo posible para sobrevivir. No digo que fuera lo correcto, intentar salir del gueto fue una lucha diaria") y vaticina hechos futuros ("Oye, hermano, hay un camino mejor; esnifando la coca, disparando a ese drogadicto, lo estás llevando bien. Escucha mi consejo: es vivir o morir").
Estamos, literalmente, "cruzando la calle 110" del corazón y el alma de Grier/Brown; estamos en ella, porque es su historia y de nadie más. ¿Cómo se las apaña Tarantino para lograrlo? Deshaciendo algunas de las intrigas que atravesaban "Rum Punch" y que, si bien aportaban riqueza y dimensión al cínico, áspero y terrible mundo criminal que moldeaba Leonard, también se separaban de la protagonista; ahora Robbie y Gara, de nuevo juntos tras los eventos de "Switch", no van a enredarse contra ningún líder nazi, ni el segundo trabajará para el fiador Max Cherry (de hecho él, cuyo rostro pone Robert DeNiro, nada menos, pasa de soslayo por aquí, sin abrirse de par en par igual que en el libro).
Y sin embargo una pequeña subtrama inicia la historia, un relleno, más técnica literaria que cinematográfica, con el cual conocemos las artimañas de Robbie, vital porque así sabremos de qué será capaz, cuando su subordinado Beaumont (impagables frases las de este joven Chris Tucker) sea apresado y sienta el temor a que lo delaten. Mientras tanto también se desarrollan los demás personajes, tienen su tiempo para hablar, actuar y sugerir en este escenario que cambia el Miami original por Los Angeles: Gara se acostumbra al mundo exterior con sus torpes pasos, Melanie coquetea a falta de una auténtica complicidad y Robbie se pasea creyéndose la estrella de la función.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
De nuevo, cual anillo de Moebius, Bobby Womack y su éxito de los '70 cierran el círculo, tras una triste despedida que tal vez no es definitiva (esa cámara desenfocada sobre Cherry), y de nuevo con Jackie, ahora de frente. Ya podemos ver su rostro completo, pensando en esta gran experiencia mientras regresa la canción, que le recuerda sobre su pasado. Por fin puede dejar esa "calle 110", la ha cruzado, ha burlado a los malvados y sobrevivido a la muerte.
Y así Grier, en lo más alto, puede respirar tranquila: ha dado el golpe de su vida; la diosa negra se retira al paraíso con el botín de 500.000 dólares totalmente real usado en la película...que, en una opinión impopular, alcanza el título de obra maestra del director (y la más genuina, qué irónico) de su etapa de los '90.
Es este instante en que el fino hilo puede seguir sosteniendo el plan o romperse por completo. Es el alma de esta historia...
Un momento casi insignificante de todos los que hay, pero aquí es cuando la existencia de Jackie puede impulsarse hacia un futuro que compense toda la porquería que ha estado tragando o caer en un pozo aún más oscuro; en este momento estamos completamente de su parte y todos los demás no nos importan. Esta complicidad y esa fuerza que se arremolina dentro de ella es la que exuda Pam Grier por sus poros; una fuerza ciclónica en otro tiempo que se ha ido apagando. Ya no hay más Foxy Brown, hay una señora de 40 años con un mundo que se le ha echado encima y precisa una salida, esa conexión mística une a la legendaria actriz con su personaje.
Personaje surgido de la secuela de "The Switch", "Rum Punch", publicada en 1.992, una de esas "crook stories" que Elmore Leonard sabe elaborar tan bien: casi 300 páginas de entramados criminales absorbentes, personajes carismáticos, perfectamente desarrollados, y diálogos e interacciones brillantes, prosa directa, cruda, pero metódica, evocadora, ácida, divertida, que pide escucharse en pantalla. Y es curioso, casi esotérico, cómo Quentin Tarantino mencionara en una entrevista de 1.994 que para su siguiente película pensaba hacer una adaptación; quizás ya hervía en su cabeza traer la historia de Leonard al cine.
Pero con su mundo a cuestas, porque le conocemos, eso fue lo que más le preocupaba al admitirlo ante el veterano autor, aunque a él no pudo importarle menos. Fácil de apreciar cómo lleva a su terreno la novela cuando las intensas primeras melodías "funk" de "Across 110th Street" dan paso a Grier en su rol de Brown, desterrando a Jackie Burke, la rubia delgada de Leonard (en realidad ese físico se extrapola a Melanie, con el desparpajo angelino de Bridget Fonda). Esta vuelta de tuerca a la raza del personaje hace que el tributo a la actriz y al género que la convirtió en el icono que es cobre un sentido muy poderoso.
Si bien no es una resurrección como tal de la "blaxploitation" (pocos saben que eso, mientras "Jackie Brown" se rodaba, lo estaba haciendo Fred Williamson con "Original Gangstas", cuyo reparto, Grier incluida, reunía a las glorias del caduco subgénero). Y la actriz emerge, está ahí parada, conducida por una cinta, pero su fuego interior sacude y abrasa la pantalla, y lo que canta Bobby Womack a su modo narra el pasado del personaje y su álter-ego ("Hice todo lo posible para sobrevivir. No digo que fuera lo correcto, intentar salir del gueto fue una lucha diaria") y vaticina hechos futuros ("Oye, hermano, hay un camino mejor; esnifando la coca, disparando a ese drogadicto, lo estás llevando bien. Escucha mi consejo: es vivir o morir").
Estamos, literalmente, "cruzando la calle 110" del corazón y el alma de Grier/Brown; estamos en ella, porque es su historia y de nadie más. ¿Cómo se las apaña Tarantino para lograrlo? Deshaciendo algunas de las intrigas que atravesaban "Rum Punch" y que, si bien aportaban riqueza y dimensión al cínico, áspero y terrible mundo criminal que moldeaba Leonard, también se separaban de la protagonista; ahora Robbie y Gara, de nuevo juntos tras los eventos de "Switch", no van a enredarse contra ningún líder nazi, ni el segundo trabajará para el fiador Max Cherry (de hecho él, cuyo rostro pone Robert DeNiro, nada menos, pasa de soslayo por aquí, sin abrirse de par en par igual que en el libro).
Y sin embargo una pequeña subtrama inicia la historia, un relleno, más técnica literaria que cinematográfica, con el cual conocemos las artimañas de Robbie, vital porque así sabremos de qué será capaz, cuando su subordinado Beaumont (impagables frases las de este joven Chris Tucker) sea apresado y sienta el temor a que lo delaten. Mientras tanto también se desarrollan los demás personajes, tienen su tiempo para hablar, actuar y sugerir en este escenario que cambia el Miami original por Los Angeles: Gara se acostumbra al mundo exterior con sus torpes pasos, Melanie coquetea a falta de una auténtica complicidad y Robbie se pasea creyéndose la estrella de la función.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
De nuevo, cual anillo de Moebius, Bobby Womack y su éxito de los '70 cierran el círculo, tras una triste despedida que tal vez no es definitiva (esa cámara desenfocada sobre Cherry), y de nuevo con Jackie, ahora de frente. Ya podemos ver su rostro completo, pensando en esta gran experiencia mientras regresa la canción, que le recuerda sobre su pasado. Por fin puede dejar esa "calle 110", la ha cruzado, ha burlado a los malvados y sobrevivido a la muerte.
Y así Grier, en lo más alto, puede respirar tranquila: ha dado el golpe de su vida; la diosa negra se retira al paraíso con el botín de 500.000 dólares totalmente real usado en la película...que, en una opinión impopular, alcanza el título de obra maestra del director (y la más genuina, qué irónico) de su etapa de los '90.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por su parte Cherry, que recupera a otro mítico actor enterrado en el olvido (Robert Forster) se dirige con pereza a Robbie, deseando finiquitar su maldito negocio de fianzas. Es la atmósfera, el clima, de hastío, violencia y codicia, en el que Jackie se va a sumir aún más tras ser pillada por los federales por su transporte de dinero para éste último.
Desde el instante en que vuelve a salir de la cárcel y Cherry la tenga delante no sólo estallará una chispa de precioso romance a ritmo de los Delfonics (de nuevo un tema que exterioriza las emociones de los personajes: "Te di mi corazón y mi alma, cariño, ¿no lo hice?"), sino que la historia será dirigida por ella.
Grier, por si alguien no conoce su currículum, siempre tomaba las riendas de sus aventuras bajo otros nombres ("Coffy", Friday, Foxy), y casi siempre era objeto de violencia y humillación, pero se levantaba y se convertía en la maestra de ceremonias. Es lo que hace aquí a través de Jackie; a partir de que escupa "Quita tus manos de mi cuello, negro" a Robbie (secuencia filmada en penumbra y con pantalla dividida "depalmaniana" que da escalofríos), sabemos que nadie salvo ella urdirá los planes y elaborará las intrigas del guión. "Jackie Brown" es su guión.
Hay incidentes, y tanto los federales (con esa bestia de la interpretación que es Michael Keaton encarnando a uno de ellos) como la zorra de Melanie quieren el dinero de Robbie, todos conspiran a espaldas de todos, se traicionan, mienten y muerden, toque clásico de Leonard. Pero Jackie los enreda, enfrenta, se burla de cada uno, el argumento avanza según su ingenio, y además lo hace a su ritmo, con paciencia, confianza y sensualidad, una sensualidad "soul" que Grier lleva impregnada en sus venas y que derrite a cualquiera con solo clavarle sus preciosos ojos encima. Es lo que vemos en el rostro de Forster cuando está frente a ella en esa secuencia íntima en su apartamento.
Sus actuaciones la encumbran entre los más conmovedores momentos del cine de Tarantino. "Jackie Brown" se siente así: genuina, sencilla, respira naturalidad, todo avanza gracias a los personajes, que conoces a cuentagotas y crees en ellos, sus reflexiones e interacciones, no por accidentes rocambolescos; su toque áspero y cercano recogido de una novela negra y su "clasicismo contemporáneo", podríamos decir, sin sobresaltos ni aparatoso efectismo, la sitúan en un nivel de realidad muy diferente al de las extravagantes, caricaturescas y súperestilizadas ficciones "neo-noir" de "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction".
De este modo llegamos mejor al brillante clímax en el centro comercial donde se desarrollará, en triple perspectiva, el falso intercambio que puede dar a Jackie la victoria o la derrota; hemos recorrido todas estas intrigas y complots para que al final ella termine mirándose al espejo, replanteándose su vida y en qué reflejo torcido de sí misma se ha visto obligada a convertirse para sobrevivir. Es otro momento inolvidable del director: la larga secuencia se hilvana con los gestos, miradas, reacciones y emociones de Jackie, Cherry, Gara y Melanie con música de fondo hábilmente escogida, para concluir en una pequeña masacre para esta última, aunque fuera de plano.
Mientras tanto un Samuel L. Jackson dispuesto a devorar hasta al operador de cámara, da también a su Robbie, pese a su aspecto estrafalario e intimidante, un toque de realismo, de pesadez, que le aleja del Julius de "Pulp Fiction". Porque es el engañado, la víctima de las perfidias de Jackie, que juega con su dinero y su (no tan grande) inteligencia, pero cuando ella desaparece es a él a quien esperamos ver, agazapado y queriendo salir de la oscuridad.
Forster, sin embargo, aporta a Cherry su sutileza misteriosa única, y, al igual que Grier, también alcanza una relación mística con su álter-ego: cuando es requerido por Tarantino está hundido en una carrera mediocre, a falta de un milagro o una claudicación.
Desde el instante en que vuelve a salir de la cárcel y Cherry la tenga delante no sólo estallará una chispa de precioso romance a ritmo de los Delfonics (de nuevo un tema que exterioriza las emociones de los personajes: "Te di mi corazón y mi alma, cariño, ¿no lo hice?"), sino que la historia será dirigida por ella.
Grier, por si alguien no conoce su currículum, siempre tomaba las riendas de sus aventuras bajo otros nombres ("Coffy", Friday, Foxy), y casi siempre era objeto de violencia y humillación, pero se levantaba y se convertía en la maestra de ceremonias. Es lo que hace aquí a través de Jackie; a partir de que escupa "Quita tus manos de mi cuello, negro" a Robbie (secuencia filmada en penumbra y con pantalla dividida "depalmaniana" que da escalofríos), sabemos que nadie salvo ella urdirá los planes y elaborará las intrigas del guión. "Jackie Brown" es su guión.
Hay incidentes, y tanto los federales (con esa bestia de la interpretación que es Michael Keaton encarnando a uno de ellos) como la zorra de Melanie quieren el dinero de Robbie, todos conspiran a espaldas de todos, se traicionan, mienten y muerden, toque clásico de Leonard. Pero Jackie los enreda, enfrenta, se burla de cada uno, el argumento avanza según su ingenio, y además lo hace a su ritmo, con paciencia, confianza y sensualidad, una sensualidad "soul" que Grier lleva impregnada en sus venas y que derrite a cualquiera con solo clavarle sus preciosos ojos encima. Es lo que vemos en el rostro de Forster cuando está frente a ella en esa secuencia íntima en su apartamento.
Sus actuaciones la encumbran entre los más conmovedores momentos del cine de Tarantino. "Jackie Brown" se siente así: genuina, sencilla, respira naturalidad, todo avanza gracias a los personajes, que conoces a cuentagotas y crees en ellos, sus reflexiones e interacciones, no por accidentes rocambolescos; su toque áspero y cercano recogido de una novela negra y su "clasicismo contemporáneo", podríamos decir, sin sobresaltos ni aparatoso efectismo, la sitúan en un nivel de realidad muy diferente al de las extravagantes, caricaturescas y súperestilizadas ficciones "neo-noir" de "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction".
De este modo llegamos mejor al brillante clímax en el centro comercial donde se desarrollará, en triple perspectiva, el falso intercambio que puede dar a Jackie la victoria o la derrota; hemos recorrido todas estas intrigas y complots para que al final ella termine mirándose al espejo, replanteándose su vida y en qué reflejo torcido de sí misma se ha visto obligada a convertirse para sobrevivir. Es otro momento inolvidable del director: la larga secuencia se hilvana con los gestos, miradas, reacciones y emociones de Jackie, Cherry, Gara y Melanie con música de fondo hábilmente escogida, para concluir en una pequeña masacre para esta última, aunque fuera de plano.
Mientras tanto un Samuel L. Jackson dispuesto a devorar hasta al operador de cámara, da también a su Robbie, pese a su aspecto estrafalario e intimidante, un toque de realismo, de pesadez, que le aleja del Julius de "Pulp Fiction". Porque es el engañado, la víctima de las perfidias de Jackie, que juega con su dinero y su (no tan grande) inteligencia, pero cuando ella desaparece es a él a quien esperamos ver, agazapado y queriendo salir de la oscuridad.
Forster, sin embargo, aporta a Cherry su sutileza misteriosa única, y, al igual que Grier, también alcanza una relación mística con su álter-ego: cuando es requerido por Tarantino está hundido en una carrera mediocre, a falta de un milagro o una claudicación.