Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
8
Intriga. Cine negro Un delincuente de Nueva York, Nick Bianco (Victor Mature) es herido y arrestado durante el asalto a una joyería. Tras ser condenado, el fiscal Louis D'Angelo (Brian Donlevy) le ofrece conseguirle la libertad condicional, si le entrega los nombres de sus compinches. Bianco se debate entre la lealtad que debe a sus compañeros de fechorías y el deber que tiene para con su esposa y dos hijas... pero deberá tomar una decisión. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Es el instante antes de un encuentro decisivo. Victor Mature, en la piel de Nick Bianco, se sienta en un restaurante y se enciende un cigarro; sopesa qué está haciendo, qué hará, tal vez está repasando toda su vida...y mientras, de forma intermitente, dirige su mirada hacia una cortina al fondo, hasta tres veces.
Al parecer el Mal le acecha, le acorrala...

Son unos segundos, pero son vitales. Un paréntesis en la acción narrativa, una reflexión sobre presente y futuro, sobre la vida y la muerte que termina de corroborar la maestría de Henry Hathaway para crear un ambiente de tensión tal que el espectador pueda sentir esa ligera opresión en los pulmones que asfixia al personaje. Y la historia de Nick es realmente asfixiante, un tratado inspirado en hechos reales sobre lo que significa romper el código de honor del hampa e intentar volver limpio a la sociedad; "The Kiss of Death" fue escrito por el autor y fiscal Eleazar Lipsky al estilo de McGivern o Burnett, con una atención especial por lo trágico, lo fatalista.
Darryl Zanuck, presidente de la Fox, sabía que tenía un buen producto en las manos cuando se hizo con los derechos a poco de publicarse, aunque al principio sólo se pensase como un título más para lucimiento de Mature; y el sr. Hathaway no pudo rechazar el guión que le entregó, el mismo que vemos en primer plano durante esos originales créditos iniciales y que firma Ben Hecht, modificando, quitando y mejorando, eso sí, ciertos elementos del libro. Y uno de los mayores aciertos de esta adaptación es su utilización, como se menciona, de localizaciones reales.

Ahí está, la ciudad de New York de mitad de los '40, bajo la noche y en fechas de Navidad. Conmovedor. La tranquila voz de Coleen Gray nos relata los hechos, sobre cómo Nick se condena a sí mismo con tal de poder ofrecer a su familia algo que nunca tuvo: felicidad, y para eso hace falta dinero. Esta concisa y adecuada presentación del protagonista sustituye una gran parte del libro donde se nos introducía en su vida, desde su dura infancia, sus experiencias como delincuente e incluso su matrimonio; el guión, aunque nos siga dando información sobre él por medio de la narración omnisciente o de sus propias confesiones, prefiere ir al grano.
Pero Hathaway sabe estructurar la acción, controlar el ritmo y hacer al espectador parte del suspense; después de atracar una joyería en un edificio, Nick y sus compinches esperan en un ascensor lleno de gente mientras la alarma ya se ha dado...y esperan, y esperan, el sudor casi salpica la cámara, el aire se vuelve espeso y la espera se vuelve insoportable. Un poderoso dominio de las atmósferas que irá repitiéndose a lo largo del film, cuyo primer encuentro entre Nick y el fiscal D'Angelo muestra, igual que en las páginas, su tozudez a la hora de defender un código criminal inútil, pues en sus palabras los criminales son escoria inmunda sin código (puede que el tono sea reaccionario, pero eso no le quita la razón).

El uso indiscriminado de la elipsis también prevalece, pero el tiempo que se toma la cámara para desnudar las emociones de los personajes es muy valioso. Por desgracia nunca vemos a la esposa de Nick, quien ocupaba más páginas en el libro y el borrador pero acabó siendo desechada por cuestiones de censura (así que su adulterio (o violación) y muerte suceden mientras él está preso, y más temprano en la historia de lo que debiera...). A la segunda esposa la cambian por una dulce niñera, Nettie (que narra la película), pero donde Hecht acertó de pleno fue dando a Tom Udo una dimensión mayor, del matón ridículo que inventó Lipsky al astuto psicótico que interpretaría Richard Widmark en su primer papel para el cine.
Este Udo, con su perpetuo traje negro, sus ojos saltones y su malévola y asquerosa risa figura una forma de maldad del todo creíble y amenazante, en contra de Nick, el hombre arrepentido que sueña con la reinserción social, algo siempre difícil de creer, pero su personaje está creado para generar simpatía en el espectador, porque no es alguien malvado, sólo alguien que se equivocó de camino y cuyos actos están justificados por el hecho de tener una familia a la que mantener (tal vez la visión del lado humano del criminal sin necesidad de redención no llegaría hasta "La Jungla de Asfalto"; aquí aún persiste...).

Hecht también fue inteligente al presentar a un Nick más apegado a la familia y a su deseo de seguir adelante y vivir una vida decente al contrario que en el libro, donde le embargaba la culpa por haber traicionado el puñetero código de los criminales, hasta el punto de volverse un tanto irritante. Aquí Mature interpreta de forma brillante el papel de padre desesperado que si teme que sus actos de delator se vuelvan contra él sólo es por el daño a sus seres queridos; gracias a Dios el guión le ha sabido dar sabiamente la vuelta al gángster de Udo hasta hacer de él alguien de maldad omnipresente.
Una maldad que rodea por todos lados a Nick hasta penetrar en su hogar, y es que pocos villanos del cine negro clásico han resultado tan convincentes (baste recordar no sólo la brutal secuencia de asesinato con la que Widmark pasó a la Historia, sino aquel reencuentro entre su personaje y el de Mature en el restaurante, donde Udo saborea la idea de conocer a su familia; nunca le vemos hacerlo físicamente, pero la manera depravada en que fantasea con tener a la mujer y a las hijas del otro en sus manos es suficiente para hacernos pensar las peores atrocidades, y esa risa contraída tan distintiva que pone los pelos de punta termina de rematar su carácter infrahumano...).

Mientras Brian Donlevy da forma a un interesante D'Angelo, siempre dispuesto a ayudar a Nick pero también atado de pies y manos por los procedimientos de la ley, no estaría de más elogiar el trabajo del director de fotografía Norbert Brodine, por su capacidad para envolvernos en esos entornos opresivos llenos de claroscuros, casi de vena expresionista.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow