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Voto de Chris Jiménez:
8
Comedia Allan Felix (Woody Allen) es un cinéfilo que sufre una extraña y recurrente alucinación: Humphrey Bogart le da consejos sobre cómo seducir a las mujeres. Dick y Linda (Roberts y Keaton), un matrimonio amigo suyo, le presentan a varias chicas, pero Allan tiene tan poca confianza en sí mismo que todas sus citas resultan un fracaso. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen consejo si tienes el valor de afrontar la realidad y sobre todo si tienes el físico y el carisma de Humphrey Bogart...si no todo puede ser mucho más complicado, como para el inseguro, neurótico y ensoñador Allan Felix...

Los años infantiles de Woody Allen coincidieron con la edad de oro de los grandes estudios, produciendo películas, en especial policíacos implacables y comedias irresistibles, todas pobladas de estrellas fascinantes; el neoyorkino de naturaleza enclenque y salud quebradiza venera a los actores más viriles y duros del panorama: Gary Cooper, James Cagney, Alan Ladd y en particular Bogart. Muchos años después, ya considerado un cómico magnífico, además de haberse estrenado como director, emprende un cariñoso homenaje al cine clásico, al actor y a la mítica "Casablanca" con una obra de teatro: "Play it Again, Sam".
El teatro, más que el cine, representa para él un refugio seguro y cómodo. A principios de 1.969 se estrena y gozará de cientos de representaciones con sobrado éxito; también se produce un encuentro maravilloso: ve en una bella y nerviosa debutante de 22 años llamada Diane Keaton a su compañera de reparto, con quien inicia una relación poniendo punto y final a su matrimonio con Louise Lasser. Después de "Bananas" y entre la posproducción de "Todo lo que Siempre quiso saber sobre el Sexo...", decide llevar al cine su obra con el mismo reparto protagonista pero le encarga la dirección a Herbert Ross, artesano especialista en musicales cuyo mayor éxito es "Adiós, mr. Chips" (y que más tarde será conocido por "Footloose" y "El Secreto de mi Éxito").

Esto se debe a dos aspectos importantes: la negativa de Allen de adaptar una obra de teatro y la poca confianza en sí mismo como realizador (siempre ha sido el primero en despreciar su trabajo); el escenario no puede ser su amada Manhattan por una escandalosa huelga de trabajadores y es reubicado en San Francisco. Si bien su memoria y gusto cinéfilo ha estado presente durante toda su carrera, esta es una de sus películas (aunque no la dirija él) donde mejor lo promueve, y la escena de apertura, que sitúa a Allan embelesado con la proyección de "Casablanca", es el mejor ejemplo.
Allan hereda el espíritu del Allen niño y la melancolía de otros de sus personajes-tipo (sin la fealdad del Fielding de "Bananas") al tiempo que nos recuerda al Richard Sherman de "La Tentación vive Arriba" (una de sus grandes influencias), pues como él, aun sin haber sufrido una ruptura matrimonial amarga, habla en voz alta y se sirve de su volátil imaginación para escapar de un oscuro mundo real donde su físico y personalidad es lo más opuesto a un imán para el sexo femenino. Allan marca la diferencia con el personaje de George Axelrod introduciendo a Bogart, su eterno héroe, aquí amigo invisible y guía para sortear las dificultades de su vida amorosa; al otro lado sus fieles amigos Dick y Linda, una pareja tocada también por la inestabilidad emocional...

Nada tiene que ver con las anteriores comedias dirigidas por Allen; si bien emplea su innata habilidad para los diálogos ágiles, el humor físico más histriónico e infiltra a veces en la trama secuencias oníricas y pasajes disparatados (la pelea en la panadería en tributo a las tragedias italianas, la discusión en el supermercado entre unos imaginarios Bogart y Nancy o el instante de la playa, evocando a "Ha Nacido una Estrella"), el film está atravesado por la melancolía y Ross brinda una puesta en escena sobria y una narración convencional respetando los esquemas de las obras de teatro.
Es, a todos los efectos, un preámbulo de las futuras "Annie Hall" y "Manhattan", y no sólo por el trío protagonista (Allen/Keaton/Roberts). Mientras la comedia florece gracias a una numerosa colección de citas desastrosas, el melodrama parece instaurarse con el amor inesperado de Linda y Allan (consumado tras un momento delicioso en el que Bogart da consejos al último con la chica delante), las sospechas del marido o el encuentro casual de la ex-mujer del protagonista, cuando ya está cometida la infidelidad. Por su parte el cine sirve a Allan de consuelo reparador y le permite disfrazarse de aquello que anhela y que nunca logrará en la realidad.

Al tiempo que Woody asimila mejor uno de los personajes característicos de su cine (ese intelectual torpe, neurotizado y entrañable, aficionado a los psicólogos y cobarde muchas veces aunque resolutivo), Diane Keaton, mucho antes de dar vida a la inolvidable Annie Hall, presta a Linda su excentricidad soñadora, su irresistible encanto, su pintoresco sentido de la moda y su carácter en parte inseguro y débil, en parte independiente y fuerte, si bien hasta llegar la obra maestra a la cual dará nombre su personaje no dejará de ser el contrapunto a la comicidad verbal y física del neoyorkino.
Tony Roberts apoya de manera genial a la pareja protagonista, Jerry Lacy nos regala una actuación sencillamente soberbia en su encarnación de Bogart y entre el desfile de bellas actrices que encontramos sobresalen Joy Bang, Jennifer Salt y Diana Davila (llevándose uno de los mejores diálogos jamás vistos en un film de Allen al hallar en un cuadro de Pollock el perfecto reflejo del protagonista). Ross y Allen consiguen elevar la obra a otro nivel durante un tramo final que araña trazos de puro surrealismo y donde prosigue el cariñoso homenaje al 7.º Arte, rematando una separación, que en manos de otro resultaría demasiado amarga, al parodiar con elegancia y gran sentido del humor la memorable conclusión del film de Curtiz.

Bien lo afirma ese imaginario Bogart, "Eso ha sido grande. Muchacho, has conseguido crear un estilo propio". La repuesta de Allan refleja sin disimulo que el film pertenece a su álter-ego en la vida real, y que puede triunfar sin problemas.
Así será. Es 1.972 y le espera una longeva carrera mediante la cual se alzará como uno de los maestros; en sólo tres años rozaría dicho estatus gracias a "La Última Noche de Boris Grushenko".
Chris Jiménez
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