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Voto de Chris Jiménez:
3
Ciencia ficción. Thriller Ken Hagane es un hombre frustrado. Tras alcanzar el sueño de su vida, ser un yakuza, no es capaz de desenvolverse como tal, por lo cual todos los trabajos y ajustes de cuentas que se le asignan acaban estrepitosamente en fracaso. Pero su vida dará un giro de 180º cuando su inerte cuerpo es vendido a un científico loco, que le convertirá en el arma definitiva. (FILMAFFINITY)
19 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una venganza ha de cobrarse, y será con métodos que escapan a su alcance, pero de algún modo u otro Kensuke Hagane va a cobrarla, pero cuando un hombre no es lo suficientemente fuerte y valiente no tiene ningún sentido que malgaste su vida en el mundo de la yakuza.

Muchos directores no tienen miedo a enfrentarse a un nuevo proyecto si les resulta interesante independientemente de si es algo que no consiga mucho nivel de recaudación ni aceptación por parte del público; pero hacer cosas interesantes es lo que le da sentido a la vida, y esa ha sido siempre la filosofía de Takashi Miike, un hombre que no malgasta el tiempo porque le falta por todas partes. Imaginen que antes de terminar 1.997 ya llevaba tres películas hechas (y su ritmo podía ser mucho mayor).
Pues estaba él, que había terminado la imponente segunda entrega de su Trilogía de la Black Society, "Gokudo Kuroshakai", esperando alguna cosa que atrajera su atención para acabar bien el año, y en una pila de guiones que ojeó en la oficina de una productora se encontró con uno titulado "Full-metal Gokudo", y ello bastó para captar su interés, ya que se trataba de una fábula de ciencia-ficción, género que sólo había tocado de pasada (no tardaría en amoldarse a él perfectamente), dentro de su tan conocido universo yakuza. Dicha historia es retocada por Itaru Era, guionista que seguiría colaborando con el realizador (él se lleva el honor de haber escrito "Visitante "Q" ").

El cine de yakuzas, como cualquier otro de carácter popular, ha sido muy visitado, y crear algo original sin romper sus esquemas y principios es realmente difícil; además, para auténticas películas japonesas de gángsters mejor remontarse a Kinji Fukasaku o Hideo Gosha. Pero Miike ha logrado con su fértil imaginación, al igual que su mentor Seijun Suzuki, mantener fresco el género y retorcer los pilares en los que siempre se ha apoyado dando algo completamente distinto; no parece ese el caso al visionar el comienzo del film, que remite sin duda a la "yakuza eiga" más clásica y manida.
Un joven llamado Kensuke profesa una gran admiración por el jefe Tosa y por ello pasa a formar parte de su familia; poco después éste atacará al jefe de otro clan y será encarcelado. Lo importante es que el protagonista está lo más lejos posible de ser un yakuza: enclenque y cobarde, un auténtico fracasado que desconoce su cometido dentro de una banda de mafiosos, pero si se queda es por Tosa, quien al poco tiempo será traicionado por los suyos quedando también Kensuke herido de gravedad. Todo apunta a que este tipo sin media torta iniciará una cacería contra aquellos que mataron al jefe, pero lo que nos vamos a encontrar no lo vemos venir...

En efecto, de un ejercicio sucio y violento, de aroma clásico, pretendidamente "fukasakiano", vamos a parar a una película diferente pasado un corto primer tramo, y es el ruidito de una máquina, que suena cuando un recompuesto Kensuke mueve sus articulaciones, lo que hace comenzar de verdad el film y revelar su olor a mantillo de ciencia-ficción de serie "Z" al descubrir que un científico chiflado, Genpaku (que no sabemos muy bien de donde viene o por qué aparece) se ha hecho con el cuerpo del chico y lo ha transformado en...¡un cyborg! Pero un cyborg sin encanto ni nada que se le parezca.
Gosha, Suzuki y Fukasaku son reemplazados por ese cine cutre de androides que se hacía en los '80, como el de Albert Pyun, añadiendo gotas aquí y allá de "Robocop", "El Cerebro que no quería Morir" y el evidente gusto por Shinya Tsukamoto, cuyas sombras pululan por el metraje. Miike no repara en la enfermiza obsesión del doctor por la mecánica y robótica (eso sí habría sido interesante) y se centra en la venganza de Kensuke, ahora unido en cuerpo y corazón a Tosa; la fidelidad por el jefe del clan alcanza así su más delirante cúspide mientras el director maneja unos efectos especiales y diseño artístico más parecidos a los que se usaban veinte años antes en la serie "Ultra-man"...pero incluso esa tenía más gracia.

Seremos testigos de cómo el nipón se vuelve a cargar los códigos del cine yakuza por medio de su hombre-máquina con traje de hojalata dorado, que hasta puede lanzar rayos por las manos (¡!), y que hará lo necesario para hacer picadillo a aquellos implicados en el asesinato del jefe. Delirante y descacharrante a todos los niveles, como lo pudieron ser "Osaka Tough Guys" o "Fudoh" (igual de cutres pero mucho mejores), y se nota que Miike se lo pasa bien rodándola (ojo a cuando Genpaku enseña al robot-yakuza el ridículo movimiento para esquivar las balas...).
Un intermedio largo y aburrido con algo de drama dado por Yukari, antigua chica del jefe, ralentiza la película, que abarca más de 100 minutos (muy largos), hasta que la diversión cutre, destructiva, psicotrónica y "gore" aparece otra vez, terminando la faena unas secuencias que definen a la perfección lo que siempre ha pretendido Miike con su espectador: dejarle confundido y sin saber si ha de reír o llorar. En este espectáculo "grindhouse" destaca, además de Ren Osugi, Shoko Nakahara y el gran Takeshi Caesar, la presencia del siempre sorprendente Tomoro Taguchi en la piel del científico, lo que reafirma aún más la influencia de Tsukamoto (sobre todo de su clásico "Tetsuo").

Y de protagonista la conocida (para los nipones) estrella de "rock" Tsuyoshi Ujiki, elegido expresamente por Miike para alejarse de los típicos antihéroes del cine de yakuzas, y que se adapta bastante bien a su locura cutre y atolondrante tratada con su habitual desenfado y gusto por lo bizarro.
Un regalo para los fanáticos de su obra en su línea más cutre y de la serie "Z", y quizás no tan apreciada para los amantes del auténtico "yakuza eiga" duro y solemne que a veces ha practicado ("Cementerio Yakuza", "Agitator", "Ambition without Honor"...). Dentro de todo lo malo y avergonzante que tiene hasta puede resutar simpática en algunos momentos; lo mejor: sus primeros veinte minutos.
Chris Jiménez
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