Hubo un sacerdote allá en Egipto, Imhotep, que se presentó al público de una forma inolvidable en 1.932, nada menos que con el rostro de Boris Karloff, pero su grandeza terminó, volvió a su sarcófago y nunca más se supo de él.
Sin embargo, 67 años después, ha regresado a la vida, y más peligroso de lo que nunca fue...

Otro título impregnado de la palabra nostalgia. Antes de convertirse en una mezcla cutre de Roland Emmerich y Paul W.S. Anderson por aberraciones como "Van Helsing", el sr. Stephen Sommers demostró una forma infalible de éxito tomando viejas leyendas del cine y remodelándolas para el siglo XXI; se podría decir que "La Momia" es una película realizada en el momento oportuno y el lugar adecuado, entre los '90 y el nuevo siglo para destacar con cierto esplendor. Aunque él llegó tarde, cuando el proyecto hervía en el seno de Universal desde hacía más de una década y nunca pudiendo llevarse a buen término.
Sólo Dios sabe la cantidad de guiones y personas que se involucraron (incluidos George Romero, Joe Dante y Clive Barker), pero no fue hasta final de década que apareció el de Indiana con una proposición muy distinta a la idea que todos tenían de terror gótico de bajo presupuesto con violencia y misticismo. Él, fanático de la obra original de Karl Freund, sabía que lo mejor era tomar los elementos conocidos y darles un vuelco a través de una aventura de gran despliegue y mucho uso de efectos visuales/digitales; no se equivocaba, sólo el inicio de esta "Momia", pésimamente narrado, por cierto, ya establece el estilo, el tono y el ritmo del film, en terreno extraño: ni para niños ni exclusivamente para adultos (típico de los '90).

Olvidémonos de la melancolía tétrica de Karloff, cuyo Imhotep regresaba a la vida al principio de la historia y años después, convertido en historiador, vagaba para hallar al amor de su vida en un nuevo cuerpo. Ahora el más apuesto Arnold Vosloo, secundario acostumbrado al papel de villano, adquiere un rol cercano al cómic, un hombre condenado por una maldición que sólo espera su momento para renacer hecho criatura del inframundo con el mismo propósito (para mí él es la auténtica víctima: sólo quería vivir con su amada, el pobre...). Sommers sigue así los preceptos básicos del género de aventuras y todos los vistos en "Indiana Jones".
La historia se reinventa y "spielbergiza" de algún modo, con el simpático Brendan Fraser (en su momento de gloria) en una versión más dura y chulesca si cabe del héroe de Ford (y más ruidosa también). Tampoco tarda en llegar la presencia femenina; y uno, al ver a Rachel Weisz de bibliotecaria cazatesoros, además de rendirse a sus pies, ya puede intuir TODO lo que engloba al personaje: que se prendará del protagonista al instante, mantendrá con él una relación de amor-odio constante hasta el final y será utilizada por el villano para alentarle aún más. Es la sexy dama a rescatar del cine de aventuras de toda la vida, pero algo más dura e inteligente.

El director hace de todos estos elementos meros vehículos de la acción y la trama, y los mantiene en continuo movimiento sin rebajar una sola vez el ritmo; realmente pocas secuencias hay (y cuando las hay se basan en diálogos llenos de clichés desfasados y torpes) donde los personajes se sienten a hablar y parezcan humanos en lugar de marionetas. Este ritmo, imparable, da poca tregua a asimilar lo que sucede en pantalla, ya que se va pasando de una secuencia de acción aparatosa a la otra; en ese sentido es cuando más recuerda a la de Spielberg, sobre todo a "El Templo Maldito", por culpa de dos cosas: la concesión a lo repulsivo y a ese humor absurdo, tontorrón, que se introduce en el guión, casi siempre a destiempo.
A veces este factor resulta tan infantil (el héroe batalla espada en mano contra momias que se tropiezan y pierden la cabeza al estilo de un "sketch" de los Monty Python) que el tono se acerca peligrosamente a "Cazatesoros", de moda entonces. En la trama no hay misterios que no conozcamos de millones de títulos anteriores (desde el tesoro milenario que desata la maldición al grupo con el que compiten los héroes por dicho tesoro, el secuestro de la dama, el escurridizo repelente que servirá de esclavo al villano, la persecución por el desierto, la sociedad secreta que lo sabe todo, el templo donde los héroes lucharán por sus vidas y el derrumbamiento cuando el villano fenezca).

Pero Sommers es un zorro que sabe lo que el público quiere. Hay muestras de acción con no poca violencia que contenta a los adultos, hay bromas (que se creen) simpáticas para quitar hierro y contentar a los más jóvenes, la correspondiente historia de amor (en este caso por partida doble), los impresionantes efectos especiales y digitales y esa magia aventurera clásica que tanto nos gusta y que carece de coherencia lógica.
Porque cuando en el horizonte el Sol se alza (y muy deprisa, creo yo) para mostrar el camino a Hamunaptra a los dos grupos que aguardan impacientes, sabes que no hay otra manera de tomar esto salvo dejarte arrastrar por la fantasía ingenua, y deseas que el duro Rick haga lo que promete al capitán Winston: salvar a la chica, vencer al malo y salvar el Mundo. "La Momia" es tan absurda, aparatosa, romántica y "kitsch" que podría pertenecer a finales de los '80 de no ser por sus innovadores efectos, un entretenimiento de primera clase que pronto arrasó en cines igual que la mítica tormenta de arena.

Y además tiene a Weisz, quien tanto significaría para quienes vimos la película en nuestra preadolescencia...