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Voto de Chris Jiménez:
4
Terror Unos arqueólogos abren una tumba egipcia y liberan un espíritu maligno, que posee a una de las hijas de los arqueólogos. (FILMAFFINITY)
20 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá, entre las ardientes arenas del Cairo, una niña ha sido víctima de una maleficio por discípulos del Mal, que pronto va a despertar y va a liberar sus demonios al Mundo.
El escenario principal para esto tendrá lugar en New York, muy lejos de allí...

¿Verdad que tal premisa nos recuerda a alguna otra? Muy próxima y peligrosa semejanza, con el maravilloso y ciertamente escalofriante prólogo de "El Exorcista", y esto ya es un hándicap para tener en buena consideración un producto como "Manhattan Baby", que aparece en 1.982, cuando en el panorama cinematográfico están cobrando relativa importancia los cuentos de fantasmas, brujería y criaturas maléficas, pero desde una óptica mucho más sórdida, sangrienta y fantástica, alcanzando su cúspide gracias a la celebérrima "Poltergeist", recién estrenada.
Pues Lucio Fulci está ahí, viviendo esa histeria por el horror, pero no de un modo ajeno, ya que su Trilogía de las Puertas del Infierno se inscribe entre lo mejor del género en la década (y no sólo de factoría italiana). Tras su glorioso retorno al "giallo" con la mugrienta y ultraviolenta "El Destripador de New York", tan elogiada como repudiada, va a embarcarse en un proyecto que le dará bastantes dolores de cabeza, y que terminará su relación con el productor Fabrizio de Angelis. Y es que al principio el director iba a contar con un presupuesto más alto que en producciones previas...sin embargo el grifo del dinero se cortó a mitad de rodaje y nada salió como debería.

Esto dio como resultado una producción mucho más pobre que, para colmo de males, no muestra todo el genio de Dardano Sacchetti, pues lo que se limita a hacer es un pastiche de tramas y situaciones ya conocidas alrededor de la ya comentada premisa del libro de P. Blatty y el film de Friedkin. El entorno iraquí de aquélla cambia por el de Egipto pero lo sucedido es similar, donde un amuleto de forma exótica sustituye en funciones a la estatuilla del demonio Pazuzu, y ofrecida en mano por una anciana a la pequeña Susan; esta introducción posee cierto tono perturbador donde Fulci vuelve a demostrar sus habilidades para crear atmósferas.
También combinará, y es por lo que se va a distinguir esta obra, efectos especiales para las secuencias violentas y efectos visuales para dar un toque de fantasía y de pretensión de film con presupuesto; se desplazará a la Gran Manzana neoyorkina e irá desatando una inminente amenaza alrededor de esa familia Hacker, que no son sino la versión urbana de los Freeling, mientras desarrolla algunas intrigas para desentrañarla, que bien corresponden a objetos, maleficios, nombres clave y otros extraños elementos, siendo el más importante el amuleto de la niña y la ceguera ocasionada al padre (George) en su aventura por una tumba desconocida perteneciente a una deidad egipcia del Mal y el caos.

Y estos son los mimbres sobre los cuales se sostiene la película, realmente débiles pero atractivos por el descaro con el que el director los usa y presenta; lo más destacado es la forma en que se aleja del barroquismo y lo extremo de sus anteriores títulos. La irrupción del horror en su estado más visceral a través de criaturas baboseantes y apariciones putrefactas que nos sacudía los sentidos en "El Más Allá" aquí se diluye y atenúa su brutalidad, si bien nos podremos deleitar con ciertos instantes escabrosos e indigestos "marca de la casa".
El problema de "Manhattan Baby" es la incoherencia que rodea a la manida trama y cómo pretende atraparnos entre algunos callejones sin salida para luego mostrar sus verdaderas intenciones: las de desatar un imaginario de terrible pesadilla y momentos de onirismo barroco, todo ello sujeto a reglas inexplicables, que son las que siempre han definido la particular visión del cineasta para el terror. Adrian Mercato (con el cual se le rinde tributo a Polanski y "La Semilla del Diablo") dirá a George que es inútil darle una explicación y que no lo entendería; y esto es cierto, hay cosas que ocurren sin que tengamos que planteárnoslo.

Mientras se recuerda "Al Final de la Escalera", el "Infierno" de Argento y "Aquella Casa al Lado del Cementerio", se suceden muertes de inocentes sin sentido ninguno (¿a qué viene lo de ese pobre hombre en el ascensor?) y hay unos agujeros en el guión por donde los personajes (al igual que ese portal por donde cruzan hacia dimensiones desconocidas) salen y entran sin orden ni concierto. De hecho, mientras Susan parece condenada al mismo destino que Regan y se le da más importancia a Mercato de la que tiene, se irán dejando cabos sueltos aquí y allá y ello sólo da pie al incongruente enredo.
Tampoco ayuda a mitigar la sensación de cutrez esa tremenda falta de carisma del elenco y su nula química en pantalla (pareciera que los personajes se mueven, hablan y actúan de forma independiente, desconectados de los demás (cuando la niña cae finalmente presa del maleficio y la posesión) ) y la idea de Fulci de llevar la historia a una resolución tan pobre, puramente anticlimática y claro ejemplo del problema del presupuesto que aquél sufrió...aunque eso propicia el rematarla con el memorable epílogo del ataque de los pájaros (otro recurrente de este señor: ver al ser humano torturado por animales).

Más bien un guiño a Hitchcock por la vía de lo descarnado y hemoglobínico, pero el caso es que es uno de los pocos instantes de "Manhattan Baby" en los que podemos paladear el sufrimiento como hace Fulci, pues nos devuelven a sus títulos más extremos y descaradamente grotescos.
De manera unánime es considerada entre las más débiles de su carrera y no generó casi ningún beneficio en taquilla, si bien un servidor sí que disfrutó de su encanto cutre y zafio de elegantes pretensiones. La culpa recayó sobre De Angelis, no obstante yo me pregunto si un mayor presupuesto habría salvado este producto; el romano, por su parte, se apartó por un tiempo del terror sobrenatural para aventurarse por nuevos caminos...sin mucho éxito, todo hay que decirlo.
Chris Jiménez
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