La mayoría de las veces que nos disponemos a presenciar un film vamos ya con alguna idea preconcebida, o bien por el clásico tráiler o por que es tanta la publicidad del mismo que es inevitable saber cosas de el, en este caso tengo que decir que mas allá de algo que leí en una revista de cine hace meses, al disponerme a ver THE RIDER, no recordaba mucho de ella y tengo que decir que ese es un detalle que cada vez valoro mas.
Por todo ello la sorpresa que me he llevado con esta monumental obra, ha sido extraordinario, una película que te engancha desde la primera escena, te golpea, te hace sentir cosas, te lleva por donde quiere y te zarandea sin piedad al igual que hacen esos caballos salvajes, que como el protagonista galopan sobre sus lomos.
Esta película con caras conocidas no hubiese sido lo mismo, y la peculiaridad es que la gran mayoría son actores amateurs los cuales son la primera vez que se ponen delante de una cámara, y lo de hacen de manera tan solvente como el jinete protagonista BRADY JANDREAU, sin duda un gran descubrimiento, al igual que en papeles principales toda su familia real, como su padre o su hermana, que compone un papel que nos da tanta ternura que se come la pantalla.
A veces al igual que sucede en otras artes como la música, discernir entre lo que es independiente o producto mas comercial es difícil de diferenciar, pues aunque el film de la directora de origen chino CHLOE ZHAO, juega más bien en las ligas de lo indie, su propuesta cinematográfica no debería perdérsela nadie.
Unos escenarios áridos y desérticos, una fotografía espectacular con unos paisajes de postal, unas puestas de sol bellísimas, acompañadas de una música discreta pero que acompaña lo suficiente, junto con esos silencios mientras el vaquero trata de mascar su propia tragedia personal que supone, que la noche a la mañana sus sueños y casi lo único que sabia hacer en la vida se esfuma por culpa de una accidente que le cambia la vida por completo.
Una pequeña joya la cual al instante deberíamos considerar de culto y que casi alcanza la categoría de obra maestra, aunque también es justo decir que no creo que esté destinada a todos los públicos y mucho menos a llenar cines, solo para los paladares más exquisitos.