Muchas veces, no damos importancia a los pequeños detalles que vivimos en nuestra ajetreada vida, y es precisamente en esos detalles en donde se encuentra el verdadero sentido de la vida, que a veces en un mal rato ( de esos que nunca faltan) sentimos como si deseásemos no querer estar aquí, a tal punto que rechazamos y renegamos nuestra valiosa existencia.

Desde este particular factor vivencial el gran Frank Capra construye una fábula hermosa que aunque no fue un éxito de taquilla cuando se estrenó, su valor exponencial, y mejor dicho su importancia subió de manera considerable con el paso de los años, en gran medida gracias a sus continuos pases televisivos en casi todo el mundo, los mismos que era realizados especialmente en épocas navideñas.

Hablando ya estrictamente del film, hay que alabar la brillante escritura del guión por parte del mismo Capra junto a Frances Goodrich y Albert Hackett, quienes convierten esta interesante historia en un cuento (de terror casi en el tramo final) que más que dejarnos una manida y oportunista "moraleja", nos presenta un mensaje muy bonito sobre el valor de la existencia, de la propia vida y su sentido de paso, casi nada.

Además de contar con una puesta en escena fabulosa, hay talento regado por todas partes, como la excelente composición musical del ese genio llamado Dimitri Tiomkin y la colosal fotografía de los "tocayos" Joseph Walker y Joseph F. Biroc. Por si fuese poco en el reparto tenemos a la leyenda llamada James Stewart, realizando una de sus mejores interpretaciones y a quien se lo extraña siempre cada vez que se lo ve en pantalla. Le acompañan de soporte otra leyendas como Donna Reed o el inmortal Lionel Barrymore, También se dejan ver Thomas Mitchell, Todd Karns, Henry Travers, Beulah Bondi, Frank Faylen, Ward Bond, Gloria Grahame, H.B. Warner y Frank Albertson.

Que más puedo decir que darle gracias a Dios, por la existencia de tan bello film.