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Voto de dani_el_blando:
9
6.7
8,583
Drama
La mundialmente famosa Lydia Tár está a solo unos días de afrontar el mayor reto de su carrera profesional: grabar la sinfonía que la llevará a las alturas de su ya formidable carrera. Pero su vida personal y sus decisiones van a ir interfiriendo en su carrera musical con consecuencias imprevisibles. (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2023
67 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película sobre el poder y el genio en las organizaciones humanas en la que inteligentemente se saca de la ecuación el asunto del machismo para no caer en el ruido de la moda e ir al corazón del asunto. Mi discusión se presentaba como una atosigadora concatenación de preguntas que deberían ir todas para espoilers, pero como me excedo de caracteres, intentaré redistribuir como buenamente pueda.
La peli nos presenta a Lydia Tar, una exitosa directora de la orquesta de Berlín y como tal, un referente mundial encumbrado por el consenso de la élite cultural y el soporte financiero de algunas instituciones. El espectador al principio del film la admira por sus palabras en una entrevista de altísimo nivel, cuando está en la cumbre. Nos hace sentir inteligentes y se viste de términos judaicos como kavana que la emparentan con su padre profesional Bernstein y, oyéndola, nos acerca a algo superior y trascendental. Las escenas de la preparación de una grabación de la 5ª sinfonía de Mahler produce emoción y goce estético al público que, como yo, no sabe de música y, supongo, también al que sabe. Tàr, en lo más alto, nos produce admiración, pero van sucediendo acontecimientos, junto a revelaciones del pasado, que nos la presentan bajo una perspectiva distinta a la de su imagen pública. Hay algo de Tàr que nos incomoda pero, precisamente, póngase cómodos y pasen a la sección espoilers donde todo será revelado.
Una vez retornados del corazón de las tinieblas de los espoilers, acerquémonos a la pregunta definitiva que suscita la película: ¿Es Tàr una persona de la misma categoría que el coronel Kurtz (y tiene por ello que ser condenada al mismo rincón del mundo que él (infestado por cierto por los cocodrilos que llevó el mismísimo Brandon-Kurtz)?¿Merece Tàr acabar como ha acabado? Yo no tengo respuesta para ello, pero sí creo que el liderazgo carismático de cualquier organización humana está contaminado por el mismo tipo de contradicciones. Si alguien tiene la feliz idea de promulgar la abolición de los liderazgos carismáticos en favor de una mansa igualdad, que empiece por uno mismo no participando en ninguna institución humana ni como líder ni como liderado.
Pues si el ciudadano corriente, en su condición de más probable liderado que líder (por una simple cuestión estadística), no reconoce que la existencia de un líder se basa en los mismos principios que otras instituciones humanas como la nación o el dinero, es decir, la ficción colectiva consensuada, está eludiendo su propia cuota de responsabilidad en la construcción de ídolos.
La peli nos presenta a Lydia Tar, una exitosa directora de la orquesta de Berlín y como tal, un referente mundial encumbrado por el consenso de la élite cultural y el soporte financiero de algunas instituciones. El espectador al principio del film la admira por sus palabras en una entrevista de altísimo nivel, cuando está en la cumbre. Nos hace sentir inteligentes y se viste de términos judaicos como kavana que la emparentan con su padre profesional Bernstein y, oyéndola, nos acerca a algo superior y trascendental. Las escenas de la preparación de una grabación de la 5ª sinfonía de Mahler produce emoción y goce estético al público que, como yo, no sabe de música y, supongo, también al que sabe. Tàr, en lo más alto, nos produce admiración, pero van sucediendo acontecimientos, junto a revelaciones del pasado, que nos la presentan bajo una perspectiva distinta a la de su imagen pública. Hay algo de Tàr que nos incomoda pero, precisamente, póngase cómodos y pasen a la sección espoilers donde todo será revelado.
Una vez retornados del corazón de las tinieblas de los espoilers, acerquémonos a la pregunta definitiva que suscita la película: ¿Es Tàr una persona de la misma categoría que el coronel Kurtz (y tiene por ello que ser condenada al mismo rincón del mundo que él (infestado por cierto por los cocodrilos que llevó el mismísimo Brandon-Kurtz)?¿Merece Tàr acabar como ha acabado? Yo no tengo respuesta para ello, pero sí creo que el liderazgo carismático de cualquier organización humana está contaminado por el mismo tipo de contradicciones. Si alguien tiene la feliz idea de promulgar la abolición de los liderazgos carismáticos en favor de una mansa igualdad, que empiece por uno mismo no participando en ninguna institución humana ni como líder ni como liderado.
Pues si el ciudadano corriente, en su condición de más probable liderado que líder (por una simple cuestión estadística), no reconoce que la existencia de un líder se basa en los mismos principios que otras instituciones humanas como la nación o el dinero, es decir, la ficción colectiva consensuada, está eludiendo su propia cuota de responsabilidad en la construcción de ídolos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Acusamos a Tàr de tener un talento para la manipulación rayano en la psicopatía. Se sugiere que para promocionar dentro de la orquesta, se apoyó en la influencia de su actual pareja, Sharon, a la cual sedujo con ese objetivo. ¿Pero no es menos cierto que en todas las relaciones humanas hay unas transacciones sean reconocidas o no? y ¿Por qué Sharon descubre repentinamente esa agenda oculta de su esposa? ¿estaba cegada por el mito del amor romántico sin notar que ellas dos constituían un matrimonio monárquico que hacía y deshacía el futuro de sus súbditos desde su alcoba?. Esta revelación de Sharon, ¿tiene que ver con un ataque de clarividencia, o más bien con el miedo (fundado) a ser reemplazada por una versión más joven de ella misma? Y sobre todo: ¿por qué nos decepciona tanto Tàr y tan poco su consorte?
Tàr es una devoradora de almas: condenó a Krista (un personaje ausente en el film) al ostracismo profesional usando su poderosa influencia a nivel mundial y la muchacha, desesperada, acabó suicidándose. Nos podemos inclinar a pensar que la caída en desgracia de Krista proviene de una relación sentimental fallida entre ellas, aunque no hay ninguna prueba de ello ni se le da la oportunidad a Tàr de defenderse de esa acusación. ¿Es Tàr una acosadora, o era Krista una desequilibrada? No se precipiten.
Uno de los cadáveres que deja Tàr a su paso es el joven músico que rechaza a Bach por ser un heteroaustrogermano apologeta de la familia tradicional, postura que choca con la de Tàr y que ella discute en una clase. Aunque ella en ese momento no da muestras de animadversión hacia el discípulo, sospechamos que tarde o temprano habría de provocar el truncamiento de su carrera. Sin embargo, reflexionemos otra vez: ¿No hace bien Tàr defendiendo la separación entre el arte y el artista en el caso de Bach? ¿No tiene derecho a defender su opinión profesional impidiendo con los medios legítimos a su alcance que el pensamiento woke del alumno se haga fuerte en su organización?
Tàr es, además de una gran artista, una maestra encargada de sacar adelante el vivero artístico que ha de regenerar la institución y exportar genios al mundo. Amamanta sus hijos con valiosas enseñanzas, pero también es la encargada de una granja (figurada) de reproducción y engorde donde se practica la eugenesia y donde de vez en cuando tiene que pasar el gestor de residuos a retirar cadáveres (insisto: todo figurado. excepto algunas cosas, como dijo Rajoy).
Tàr elimina despiadadamente a sus enemigos: un alto cargo de la orquesta, Sebastian, herencia del anterior director, es un elemento molesto para ella. Dentro de las formas exquisitas propias de la aristocracia cultural berlinesa, Tàr acude al despacho de Sebastian y le ofrece una promoción a director titular de orquesta... en cualquier sitio menos en Berlín. Todos entendemos que esta oferta es en realidad un despido, y más específicamente, una puñalada. Ahora bien, ¿no tiene derecho un líder a configurar un equipo humano de acuerdo con su propio proyecto?¿Se puede alcanzar y mantener el nivel más alto de excelencia si no se tiene plena confianza en los subordinados? Más bien: la cortesía de Tàr hacia el senatorial director saliente manteniendo a su mano derecha en la plantilla (amén de otros gestos), si pecó de algo, ¿no ha sido de exceso por haber durado demasiados años?
Tàr es una impostora: no se llama Lydia, sino Linda, uno de los nombres de mujer blanca más populares (léase pobre) en Estados Unidos. Se lo cambió por Lydia, de resonancias más clásicas. Dejó atrás también a su familia: tiene bloqueada a su madre. El hermano de Tàr tiene una aparición fugaz pero suficiente para mostrarnos que es un trabajador blue collar votante de Trump con el que hace años que no se habla y que desprecia tanto como él a ella. Pero pensemos por un momento que proceder de la nada y alcanzar la gloria no tiene porqué ser un pecado (pero sí lo es la envidia que sentimos hacia los que tienen éxito).
Tàr es una devoradora de almas: condenó a Krista (un personaje ausente en el film) al ostracismo profesional usando su poderosa influencia a nivel mundial y la muchacha, desesperada, acabó suicidándose. Nos podemos inclinar a pensar que la caída en desgracia de Krista proviene de una relación sentimental fallida entre ellas, aunque no hay ninguna prueba de ello ni se le da la oportunidad a Tàr de defenderse de esa acusación. ¿Es Tàr una acosadora, o era Krista una desequilibrada? No se precipiten.
Uno de los cadáveres que deja Tàr a su paso es el joven músico que rechaza a Bach por ser un heteroaustrogermano apologeta de la familia tradicional, postura que choca con la de Tàr y que ella discute en una clase. Aunque ella en ese momento no da muestras de animadversión hacia el discípulo, sospechamos que tarde o temprano habría de provocar el truncamiento de su carrera. Sin embargo, reflexionemos otra vez: ¿No hace bien Tàr defendiendo la separación entre el arte y el artista en el caso de Bach? ¿No tiene derecho a defender su opinión profesional impidiendo con los medios legítimos a su alcance que el pensamiento woke del alumno se haga fuerte en su organización?
Tàr es, además de una gran artista, una maestra encargada de sacar adelante el vivero artístico que ha de regenerar la institución y exportar genios al mundo. Amamanta sus hijos con valiosas enseñanzas, pero también es la encargada de una granja (figurada) de reproducción y engorde donde se practica la eugenesia y donde de vez en cuando tiene que pasar el gestor de residuos a retirar cadáveres (insisto: todo figurado. excepto algunas cosas, como dijo Rajoy).
Tàr elimina despiadadamente a sus enemigos: un alto cargo de la orquesta, Sebastian, herencia del anterior director, es un elemento molesto para ella. Dentro de las formas exquisitas propias de la aristocracia cultural berlinesa, Tàr acude al despacho de Sebastian y le ofrece una promoción a director titular de orquesta... en cualquier sitio menos en Berlín. Todos entendemos que esta oferta es en realidad un despido, y más específicamente, una puñalada. Ahora bien, ¿no tiene derecho un líder a configurar un equipo humano de acuerdo con su propio proyecto?¿Se puede alcanzar y mantener el nivel más alto de excelencia si no se tiene plena confianza en los subordinados? Más bien: la cortesía de Tàr hacia el senatorial director saliente manteniendo a su mano derecha en la plantilla (amén de otros gestos), si pecó de algo, ¿no ha sido de exceso por haber durado demasiados años?
Tàr es una impostora: no se llama Lydia, sino Linda, uno de los nombres de mujer blanca más populares (léase pobre) en Estados Unidos. Se lo cambió por Lydia, de resonancias más clásicas. Dejó atrás también a su familia: tiene bloqueada a su madre. El hermano de Tàr tiene una aparición fugaz pero suficiente para mostrarnos que es un trabajador blue collar votante de Trump con el que hace años que no se habla y que desprecia tanto como él a ella. Pero pensemos por un momento que proceder de la nada y alcanzar la gloria no tiene porqué ser un pecado (pero sí lo es la envidia que sentimos hacia los que tienen éxito).