Cuarón nos pasea por un convulso México allá por el comienzo de los años setenta del pasado siglo. Una familia acomodada, un entorno plácido en apariencia, con un conflicto sobrevenido entre el matrimonio al que parecen ajenos los hijos y las criadas. Visualmente potente, con un blanco y negro deslumbrante, Cuarón parece contarnos una niñez muy similar a la que él debió vivir o que conoce tan bien como para transmitirnos plano a plano sentimientos, estados de ánimo, placeres, derrotas. Con diálogos coloquiales que transmiten verdad y un personaje central, Yalitza Aparicio, que es todo un hallazgo y que dota de más verdad, de más frescura, a este retrato de un tiempo, de un momento, de una edad. Dicen que es la película del año. Y dicen bien.