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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
8
Drama Australia, 1835. El sobrino del gobernador, Charles Adare (Michael Wilding), que acaba de llegar de Inglaterra, está invitado a cenar en casa de Sam Flusky (Joseph Cotten), un antiguo presidiario que ha hecho fortuna y que está casado con una de una prima de Charles, Lady Harrietta (Ingrid Bergman). Charles descubre que su prima, que se ha convertido en una alcohólica, está aterrorizada por su ama de llaves Milly (Margaret Leighton) y, ... [+]
7 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que cuesta un poco reconocer la mano del maestro en la factura de esta singularísima película. En el ritmo, en la fotografía, en ciertos aspectos de la narración…, y en unas cuantas cosas más. Pero también es verdad que algunas de sus señas de identidad están presentes: la precisión técnica, los toques de humor, y sobre todo el tremendo partido que le saca a la interpretación de una Ingrid Bergman inconmensurable. También en el personaje de Milly, la criada viperina que nada tiene que envidiarle a Judith Anderson, la pérfida señora Danvers de «Rebeca». Lo que queda claro es que más allá de tratarse de una «rara avis» dentro de la filmografía de Hitchcock, hablamos de una película incomprendida y, al mismo tiempo, de una admirable pieza cinematográfica.

No voy a explayarme hablando de sus virtudes como historia de amor o fábula sobre redenciones más allá de los estratos sociales, sino sobre el asombroso virtuosismo que Hitchcock demuestra a la hora de mover la cámara y de elaborar unos cuantos planos secuencia que son oro puro. Un Hitchcock tan movedizo con la cámara sólo se lo puede encontrar en «La soga». Nunca antes ni después se vio al maestro deslizarse con esos barridos, esos travellings de aproximación y esos movimientos de grúa como en «Atormentada». Sam Flusky está contándonos su historia en el porche, en un larguísimo plano secuencia, y la cámara asciende y nos muestra a Lady Henrietta asomada al balcón; la cámara desciende y vuelve a Flusky. En otra escena seguimos a Charles Adare en su ascenso a través del mismo porche. Se cuela por la ventana para acudir junto a Lady Henrietta… y la cámara se introduce detrás de él a través de la misma ventana, sin perder un ápice de pulso y con una expresividad asombrosa. Así como estas cabría destacar muchas otras escenas en las que la cámara muda de estancia, sube y baja por las escaleras y se mueve cual un ojo intrépido por muchos de los salones y las habitaciones del caserón Flusky, otorgando una fluidez maravillosa a la narración. Esto, más el tono colorista tan propio del cine británico de aquellos años, refuerza la imagen de técnico superdotado de la que siempre ha gozado, y con toda justicia, el gran Alfred Hitchcock.

«Atormentada» es una película que merece una revisión histórica y un análisis integral. Sin ser una de las grandes obras maestras del realizador, sí merece su lugar en un proscenio especial: el de los experimentos visuales satisfactoriamente conseguidos que emprendió su inigualable creador.
Arsenevich
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