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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
8
Western En 1870, un forastero (Clint Eastwood) pasa a caballo por la tumba de Jim Duncan, antiguo sheriff de la ciudad fronteriza de Lago, en el sudoeste de Estados Unidos. Los propietarios de la compañía minera, Dave Drake (Mitchell Ryan) y Morgan Allen (Jack Ging) lo contratan para que los defienda de tres pistoleros que, recién salidos de la cárcel, están a punto de llegar a la ciudad. El forastero acepta el trato a condición de hacer las ... [+]
4 de enero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apareció a lo lejos, en medio del desierto, como si de una presencia sobrenatural se tratara. Surgió entre la bruma ardorosa, se diría que entre el fuego gaseoso de aquel altiplano ardiente. Y desde entonces siempre supe que cada vez que la viera, que cada vez que, despreocupado y con ganas de oír unos cuantos tiros y de ver al mejor vaquero de todo el Oeste me sentara a verla, la sensación sería siempre la misma.

Tengo una relación muy especial con este Western. Vaya por delante que le reconozco los defectos que tiene (el narcisismo galopante de su director-protagonista, las situaciones un tanto absurdas de que está salpicado el guion, la metedura de pata que no pudieron evitar al final del doblaje), pero es tanto lo que me cautiva por su humildad conceptual, por su sencillez formal, por su intención de contar una buena historia sin pretensiones que, desde siempre, ocupará un lugar muy especial en mi corazoncito cinéfilo. Fue una de las películas que acrecentaron definitivamente mi pasión por el cine, tiene a uno de los Eastwood más genuinos que podamos encontrar y cuenta además con uno de los mejores pósters de la historia del cine: ese vaquero que contempla algo allá, muy allá (quizá el mismísimo más allá), látigo en mano, el infierno sin concesiones ardiendo a sus espaldas, el dedo pulgar amartillando el arma, y el nombre de ese director auténtico y laborioso como pocos colgado en el cartel. Dan ganas de verla una y otra vez.

Clint encarna a una versión más oscura y siniestra del personaje que venía interpretando en las películas de Sergio Leone y se saca de la manga, como si fuera poco, la intromisión de la materia sobrenatural en el mundo del Western. Sí; porque para poder apreciar la auténtica dimensión de esta película es necesario, imprescindible, su visionado el versión original subtitulada. Una frase, cerca del final, cambia todo el sentido de la trama por culpa de un doblaje defectuoso (lo amplío en el Spoiler). Sólo así nos explicamos la capacidad de ese Hombre sin Nombre para disparar a esa velocidad, para intuir presencias a sus espaldas como si tuviera ojos en la nuca, para hacer gala de una puntería infalible. ¿Aparición? ¿Reencarnación? ¿Resurrección? Un misterio al que Eastwood daría continuidad años más tarde en «El jinete pálido».

El mobiliario de Ikea y la deslucida y chillona pintura roja que transforma «Lago» en «Inferno» son muestras claras de la humildad del director para el planteamiento formal de la película. Lo mismo que el lago estático y cuasi artificial que da nombre al pueblo. Lo mismo que algunas de las risibles interpretaciones. Con todo, lo esencial, lo que verdaderamente importa permanece intacto, impoluto y perfectamente expuesto gracias al oficio que este Clint Eastwood primerizo supo imprimir en su realización. El espíritu del Western, legendario, tan antiguo como el mismo cine, puede sentirse orgulloso de este alumno aventajado.

Idea original o remake; producto genuino o refrito; cualidades narrativas irregulares o no; narcisismo desatado o no… Todo eso nunca me importó demasiado porque desde que vi esta película por primera vez supe que mi amor por ella sería incondicional.

Gracias, Clint.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Arsenevich
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