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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
10
Musical Un cantante y bailarín de éxito, a pesar de que atraviesa una etapa muy crítica, está decidido a volver a Broadway, el escenario que le dio la gloria y la fama.
8 de enero de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insuperable musical de la era dorada del género, de la mano de dos de los maestros indiscutibles en la materia (director y protagonista). Exponiendo con singular equilibrio conceptual las claves estructurales del musical integrado, desarrolla a la perfección la trama en interacción con los números musicales, todos ellos plenos de elegancia, empaque, glamur y buen gusto. Un musical hecho con esmero y rebosante de talento.

La principal baza para llegar a la excelencia no es otra que el incombustible Fred Astaire, aquí con cincuenta y cuatro años, encarando ya la parte final de su carrera. El film nos muestra a un Astaire maduro pero todavía con pleno dominio de su condición física, y efectuando un alarde de autoparodia realmente encomiable. La película se abre con la imagen de un sombrero de copa, un bastón y unos guantes. No es otro que el sombrero de copa más famoso del mundo, el que luciera el eterno Tony Hunter en los musicales clásicos de los años treinta. Minelli nos empapa del aire crepuscular de la película desde la primera escena, que termina con un toque de humor tan sutil como devastador. El desarrollo de la trama nos muestra a un Tony Hunter como alter ego absoluto del propio Astaire, un hombre que sabiéndose el más grande en esto de cantar, bailar y actuar, se permite una última oportunidad para triunfar. Es entonces cuando asoma el inagotable carisma del Fred Astaire de siempre, llenando la pantalla con su entrañable personalidad.

Pero nada sería este musical sin la acompañante de lujo: la espectacular Cyd Charisse, en su mejor momento, llena la pantalla con una exhibición de derroche físico descomunal. Una criatura sobrehumana en el escenario, se diría que diseñada genéticamente para bailar a la perfección, y de una belleza realmente impresionante. La tejana demuestra estar a la altura no sólo del inmortal Fred Astaire, sino de la exigencia escénica que un director tan riguroso como Minnelli puede imponer. Los secundarios (que no lo son tanto) cumplen con gran solvencia tanto en la función narrativa como aportando colorido y dinamismo con sus propios números musicales, entre los que destaca «Louisiana Hayride», donde Nanette Fabray brilla con luz propia. «Triplets» nos ofrece un momento de comicidad especial, sumamente original. «A Shine on Your Shoes» muestra el mejor momento individual de Fred Astaire, y la recreación final de cine negro, «The Girl Hunt», presenta un número escénico que debe de encontrarse entre los mejores de toda la historia del género. «That’s Entertaintment», en sus dos versiones, nos invita a disfrutar de esa ilusión que sólo es posible a través del cine, donde el mundo entero y la vida de punta a punta son capaces de desdoblarse sobre un escenario.

Párrafo aparte merece el maravilloso paseo en carroza que Tony y Gabrielle comparten por Central Park y el conmovedor y excepcional número que se marcan a continuación, «Dancing in the Dark», de una elegancia natural y un buen gusto absolutos, con una iluminación tenue que resalta la belleza Charisse y los deslizamientos mágicos de Fred. Creo que se trata del momento más álgido de la película, donde además de ofrecernos el arte de la danza en su máxima expresión comienza a cimentarse la estupenda química entre los dos protagonistas.

En cuanto al humor, lo tiene en su justa medida, y siempre haciendo gala de una sutileza y una agudeza discursiva que apela al respeto absoluto por la inteligencia del espectador, cosa que se agradece en grado sumo. A destacar, entre las escenas humorísticas, los aspavientos melodramáticos del productor Jeff Cordova mientras intenta vender la «adaptación de Fausto» a los patrocinadores.

Un musical perfecto, paradigma absoluto de una de las épocas doradas del género. Al talento inagotable de Fred Astaire se une el portentoso derroche de una Cyd Charisse irresistible, el rigor artístico de Minnelli, la voluntad y el genio del productor Arthur Freed, la creatividad del coreógrafo Michael Kidd y la precisión de los compositores, Howard Dietz y Arthur Schwartz, y de los guionistas, Betty Comden y Adolph Green. Como en todo gran musical, un extraordinario trabajo de equipo.

Para verla una y mil veces.
Arsenevich
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