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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
10
Romance. Comedia David Huxley (Cary Grant) es un paleontólogo tímido y despistado que está a punto de acabar la laboriosa reconstrucción del esqueleto de un brontosaurio, del que sólo le falta una clavícula intercostal. También está a punto de casarse con su anodina secretaria. En un partido de golf con el abogado de una solterona millonaria, potencial mecenas del museo para el que trabaja, Huxley conoce a Susan Vance (Katharine Hepburn), una joven ... [+]
9 de enero de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de extrañar que esta obra maestra de Howard Hawks fuera injustamente denostada en su tiempo, y que ni la crítica ni el público llegaran a entenderla del todo. Debe tenerse en cuenta que lo que hoy conocemos como «Screwball Comedy» estaba por entonces en pañales y que todavía no terminaba de asentar las bases de su discurso. De hecho, «La fiera de mi niña» seguramente marcó el camino para otras películas posteriores y quizá más representativas del subgénero, como «Luna nueva» y «Bola de fuego» (ambas del mismo Hawks) o «Medianoche» (Mitchell Leissen). Otro de los motivos, creo, es que se trata de una película absolutamente adelantada a su tiempo y, en su carácter revolucionario, ciertamente incómoda para la crítica de entonces.

Hawks, cineasta audaz y arriesgado como pocos, se da el lujo de invertir los papeles y otorgar a la mujer la iniciativa de los enredos. Y por si fuera poco, endilga el papel principal a Katharine Hepburn, una actriz dramática contrastada; su Susan Vance volverá literalmente loco al bueno de Cary Grant durante toda la proyección. Será ella la que, con o sin intención, actiive cada una de las trampas que envuelven cada vez más al despistado paleontólogo David Huxley en una maraña de contrariedades y tropiezos que le impedirán cumplir con sus deberes académicos (la finalización del armado de un esqueleto de brontosaurio en el que lleva cuatro años trabajando) y sociales (la programada boda con su ayudante en el museo). En apenas cuarenta y ocho delirantes horas la vida de Huxley saltará por los aires y se encontrará gateando por un jardín de Connecticut, intentando desenterrar la clavícula intercostal del animal prehistórico o persiguiendo a «Baby», el simpático leopardo domesticado con el que Susan enreda todavía más sus intentos de regresar a la «normalidad».

«La fiera de mi niña» solventa a la perfección la función estrella de la «Screwball Comedy», y que no es otra que transgredir la realidad cotidiana planteada en los prolegómenos de la acción. Aprovechándose del prodigioso sentido del equilibrio narrativo y del ritmo del que siempre hizo gala Howard Hawks (en cualquiera de los géneros en los que incursionó), la cinta logra que la atención del espectador no decaiga un solo momento pero sin que la sucesión de gags o estadios de comicidad resulte abrumadora o excesiva. Es esta sutileza en el lenguaje humorístico, tanto visual como discursivo, lo que la convierte en una de las mejores comedias de todos los tiempos.

Cabe destacar la impresionante variedad temática del film, la impagable química entre los protagonistas y la gran interpretación de los secundarios, amén de la desopilante y creciente secuencia de la cárcel, en donde las confusiones se desenvuelven en una espiral que parece que nunca ha de acabar.

Comedia clásica magistral, no fue apreciada en su día (y cuenta, de hecho, con muchísimos detractores en la actualidad) pero como suele ocurrir con las grandes obras artísticas, el paso del tiempo y el reconocimiento de generaciones enteras de cinéfilos la ha colocado en el proscenio que se merece. Ochenta años después de su estreno, «La fiera de mi niña» es quien ríe el último. Y ya sabemos que quien ríe el último, ríe mejor.

Excelente film.
Arsenevich
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