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Voto de Arsenevich:
9
7.0
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Ciencia ficción. Drama
Una nave extraterrestre llega a la tierra con la misión de entregar a los hombres un importante mensaje. El mundo entero queda conmocionado el día en que, sin previo aviso, un platillo aterriza en Washington y de él sale Klaatu, un alienígena de aspecto humano acompañado de Gort, un amenazante robot. La petición que Klaatu hace a todos los gobernantes del mundo es rechazada. Así las cosas, Klaatu decide observar cómo viven los humanos ... [+]
8 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en el que el cine se separaba por series, y en el que a películas como «Ultimátum a la Tierra» se la conocía como «serie B». Todo eso pertenece a un pasado remoto y terminó un buen día o, mejor dicho, un mal día. El día en el que el dominio de la técnica visual fue tan grande que ya no importó la historia, que ya no pesaron ni el argumento ni el valor del guion. Un día en el que se volvió más importante el cómo se mostraba una cosa que la cosa en sí. Fue entonces cuando comprendimos cuán glorioso era el supuesto cine de «serie B», ese cine en el que los efectos especiales estaban al servicio de una buena historia y no al revés. Ese cine que se valía de sus limitaciones (la mayoría de las veces presupuestarias) para hacerse fuerte en la idea y reforzarla a base de talento. Ese cine en el que la frase de Robert Bresson cobraba más importancia que nunca: «La facultad de aprovechar bien mis recursos disminuye cuando su número aumenta». Fue entonces cuando dejamos de llamarlo cine de «serie B» y cuando por fin comprendimos que aquel cine era simplemente cine o, en todo caso, un cine fuera de serie.
El polifacético Robert Wise encara esta historia de invasión alienígena desde una perspectiva que empuja a la concientización de la humanidad acerca del peligro nuclear y el absurdo de la guerra. Como la importancia de su concepto radica en el mensaje, no se molesta en crear un alienígena humanoide sino que inocula su personalidad directamente en la figura de un ser humano capaz de mezclarse e infiltrarse entre la población de Washington sin llamar la atención. Klaatu (gélido y magistral Michael Rennie) se desliza entre diversos grupos humanos para familiarizarse con esa raza con la que ha de entablar una negociación final, un ultimátum. Pero lo cierto es que Klaatu está muy lejos de casa y no tarda en darse cuenta no sólo de que será imposible que esa raza se seres extraños que puebla el planeta comprenda las exigencias que trae allende las estrellas, sino que ni siquiera logrará que se pongan de acuerdo respecto al sitio de la reunión. Atraído por la personalidad de un niño intentará, a través de un famoso científico, apelar a la racionalidad para conseguir el cónclave. Pero la obstinación humana y su afán por destruir se convertirán en un grave obstáculo.
Creo que la principal característica de «Ultimátum a la Tierra» radica en su capacidad de evidenciar los contrastes y en la forma en la que consigue que empaticemos con su protagonista. Klattu entable relaciones con el pequeño Bobby Benson y con Helen, su madre, una mujer de enorme inteligencia y gran sensibilidad. También hace buenas migas con el profesor Jacob Barnhardt (Jaffe), un hombre de ciencias, un racionalista convencido dispuesto al diálogo. Pero el espectador sabe que estas pocas personas representan tan sólo un oasis en medio de la gran e insensata masa humana que pronto rodea al protagonista. El novio de Helen, sin ir más lejos, se convertirá en una de las principales amenazas debido a su necio afán de gloria y popularidad. La presencia de Gort, el magnífico robot blindado humanoide que resulta casi la única referencia física a la llamada «ciencia-ficción», cumple en pantalla la función de la amenaza constante, de ese poder destructor que Klaatu trae consigo y al que se refiere no pocas veces mientras intenta negociar con el obtuso representante de la Casa Blanca.
Como todas las grandes películas de ciencia-ficción, «Ultimátum a la Tierra» funciona a la perfección en sus dos vertientes: por un lado promueve y estimula una reflexión seria sobre nuestra condición como parte de un universo que apenas podemos comprender y sobre nuestra esencia predatoria y destructiva; por otro, representa un entretenimiento magnífico y una reliquia cinematográfica de muchísima entidad.
En el Spoiler, uno de los grandes aciertos del film…
El polifacético Robert Wise encara esta historia de invasión alienígena desde una perspectiva que empuja a la concientización de la humanidad acerca del peligro nuclear y el absurdo de la guerra. Como la importancia de su concepto radica en el mensaje, no se molesta en crear un alienígena humanoide sino que inocula su personalidad directamente en la figura de un ser humano capaz de mezclarse e infiltrarse entre la población de Washington sin llamar la atención. Klaatu (gélido y magistral Michael Rennie) se desliza entre diversos grupos humanos para familiarizarse con esa raza con la que ha de entablar una negociación final, un ultimátum. Pero lo cierto es que Klaatu está muy lejos de casa y no tarda en darse cuenta no sólo de que será imposible que esa raza se seres extraños que puebla el planeta comprenda las exigencias que trae allende las estrellas, sino que ni siquiera logrará que se pongan de acuerdo respecto al sitio de la reunión. Atraído por la personalidad de un niño intentará, a través de un famoso científico, apelar a la racionalidad para conseguir el cónclave. Pero la obstinación humana y su afán por destruir se convertirán en un grave obstáculo.
Creo que la principal característica de «Ultimátum a la Tierra» radica en su capacidad de evidenciar los contrastes y en la forma en la que consigue que empaticemos con su protagonista. Klattu entable relaciones con el pequeño Bobby Benson y con Helen, su madre, una mujer de enorme inteligencia y gran sensibilidad. También hace buenas migas con el profesor Jacob Barnhardt (Jaffe), un hombre de ciencias, un racionalista convencido dispuesto al diálogo. Pero el espectador sabe que estas pocas personas representan tan sólo un oasis en medio de la gran e insensata masa humana que pronto rodea al protagonista. El novio de Helen, sin ir más lejos, se convertirá en una de las principales amenazas debido a su necio afán de gloria y popularidad. La presencia de Gort, el magnífico robot blindado humanoide que resulta casi la única referencia física a la llamada «ciencia-ficción», cumple en pantalla la función de la amenaza constante, de ese poder destructor que Klaatu trae consigo y al que se refiere no pocas veces mientras intenta negociar con el obtuso representante de la Casa Blanca.
Como todas las grandes películas de ciencia-ficción, «Ultimátum a la Tierra» funciona a la perfección en sus dos vertientes: por un lado promueve y estimula una reflexión seria sobre nuestra condición como parte de un universo que apenas podemos comprender y sobre nuestra esencia predatoria y destructiva; por otro, representa un entretenimiento magnífico y una reliquia cinematográfica de muchísima entidad.
En el Spoiler, uno de los grandes aciertos del film…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La forma en la que los intentos de diálogo pacifista de Klaatu fracasan una y otra vez y la constante amenaza que Gort supone para nuestro planeta preparan al espectador para una catástrofe inevitable, especialmente cuando descubrimos, hacia el final, que la estupidez humana acaba con la vida de Klaatu. Pese a que Helen posee la famosa combinación de palabras que puede evitar el cataclismo («Klaatu Barada Nikto»), tenemos el convencimiento de que no será capaz de pronunciarlas cuando Gort se apodere de ella. Es entonces cuando Wise sorprende y resuelve la encrucijada de la forma más inesperada posible. Helen consigue aplacar la ira del robot y acto seguido asistimos a la resurrección de Klaatu mediante un proceso algo provisional que ha pasado a ser del dominio de esta raza superior. La película termina con el mensaje pacifista de advertencia, con ese ultimátum que ha sostenido hasta entonces las bases argumentales y dejándonos, una vez más, con la sensación de que nos gusta presenciar muerte y destrucción y que, de hecho, esperábamos ambas cosas en el desenlace.