Personaje potente este Tommy Wiseau, que si no supiéramos que es real, diríamos que está ideado en una inspirada tarde por la mente de un genial guionista. Personaje que, cómo no, centraliza una película que no es otra cosa que la agridulce historia de un friki persiguiendo su sueño hasta sus últimas consecuencias. De cómo lo logra, de las dificultades, los sinsabores y las alegrías que se va encontrando por el camino, a la vez que descubre, de pasada, el valor de algo tan auténtico como la amistad. De todo esto trata este “The disaster artist” que sorprende por la facilidad con la que conecta con el público en solo un par de escenas, por la habilidad que muestra James Franco para hacer entrañables una galería de personajes estrafalarios condenados a estrellarse en la última curva de una alocada carrera.

Franco, en un trabajo de interpretación memorable, sabe sacar oro del patetismo que impregna la figura de Wiseau, sin caer, no obstante, en la caricatura, desprendiendo cierta ternura y comprensión hacia su protagonista. Lo quiere, lo moldea, juega con él mostrándole al público el drama interno que por momentos parece incontenible, llegando incluso al conato de homenaje hacia el hombre que, como aquel delantero desacertado, supo convertir un mal centro en el gol de su vida.

Lo mejor:su capacidad para hacer reir, pensar y emocionar.

Lo peor: que te obliga a ver “The room”.