Estamos ante una de esas películas en las que su personaje principal es incluso más grande que la propia historia que se nos cuenta. La película de Sebastián Lelio está estructurada única y exclusivamente bajo la figura de Gloria a la que una magnífica Paulina García dota de cuerpo y alma. Ella ocupa todos y cada uno de los planos de la película incluso cuando de protagonista de la escena pasa a ser pura observadora. A Gloria la vemos divertirse, preocuparse, gozar, sufrir, enamorarse, desengañarse, reir, llorar, en definitiva la vemos vivir. Y sobre todo luchar. Porque esta no es otra cosa que la historia de una luchadora tenaz a la cual la vida la va sometiendo a duras pruebas de las que siempre consigue salir no sin cicatrices pero si más fuerte. El problema es que su fuerza acaba por eclipsar al resto de personajes y la narración va sufriendo altibajos conforme su protagonismo decrece o aumenta. Pese a todo “Gloria” se perfila como una película filmada a golpe de corazón, un viaje emocional en esa montaña rusa que a fin de cuentas es la vida diaria.

Lo mejor: Paulina García tan grande como su personaje.

Lo peor: ciertos momentos musicales.