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Voto de Un hombre sin piedad:
7
Drama. Comedia Explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell), con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día. (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El vicio del poder” es un biopic que gira entorno a Dick Cheney, su mujer Lynne y todos los cargos políticos con los que trabajó a lo largo de su carrera (Donald Rumsfeld, George W. Bush, Colin Powell…). Todos recreados con un trabajo de maquillaje excelente, y en el caso de Dick Cheney, sumándole un nuevo gran cambio físico por parte de Christian Bale. Una vez más, después de recrear al musculoso Batman de Nolan, al hermano toxicómano de “The Fighter”, al esquelético Trevor Reznik de “El maquinista” o al orondo Irving Rosenfeld de “La gran estafa americana” (por poner algunos ejemplos), vuelve a la carga para mimetizarse físicamente con el ex vicepresidente americano. Una actuación que brilla a gran nivel junto a sus compañeros de reparto Steve Carrell (interpretando al faltoso Rumsfeld) y Sam Rockwell (haciendo de un bobalicón Bush), todos superados por una Amy Adams en estado de gracia. La fuerza y tesón que transmite a recreando a Lynne Cheney, la esposa de Dick, hacen que consiga una actuación que ensombrece al resto del excelente elenco y que le ha supuesto la nominación a los premios Óscar.

Aparte del elenco y su espléndida recreación de los diferentes personajes que intervienen en la historia, “El vicio del poder” juega al mismo juego que la anterior (y superior) obra de McKay, “La gran apuesta”. Ritmo trepidante de montaje y narración, una cantidad desorbitada de información, voz en off que va guiando por ese colapso de indagaciones y un tono que mezcla con acierto las intenciones de poner luz a unos sucesos que la mayoría conocemos vagamente, humor ácido y crítica absoluta ante todo lo sucedido. En este biopic de Dick Cheney el montaje resulta desigual en su ritmo y ciertas decisiones narrativas en la presentación de los hechos resultan más un alarde o una floritura que un recurso utilizado justificadamente. Dentro de este último punto entraría el uso de un narrador que conecta con la historia de una forma demasiado artificial y forzosa. La película nos cuenta una historia de un hombre terrible que tomó decisiones crueles que siguen vigentes en la actualidad, pretendiendo provocar indignación entre los espectadores. Y lo consigue. Pero también consigue dejarnos extenuados y con un sabor agridulce en la boca.

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