A través de dantescas imágenes en rotoscope (técnica de rebozar animación sobre fotogramas reales usado ya por Richard Linklater en "Scanner Darkly") somos partícipes del testimonio de Ari, el mismo director, y su traumática experiencia en la dramática guerra del Líbano y la posterior matanza en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, consentidas por el entonces ministro de defensa israelí Ariel Sharon al permitir que las milicias cristianas libanesas ejecutaran dichas masacres para vengar la muerte por un bombardeo del primer ministro libanés, el cristiano-maronita Gemayel Bashir, aliado de Israel. Ari escuchará los testimonios de algunos de sus compañeros de armas para revivir un pasado que solamente prefieren olvidar como soldados en el frente antes de invadir el aeropuerto de Beirut y tomar la ciudad. A partir de allí el argumento ya no es meramente testimonial sinó pasivo; es decir, el asesinato de civiles.

Con una conciencia crítica intachable Ari Folman usa desesperadamente la animación para convencer al público sobre la situación de un pueblo como el isarelita con derecho a defenderse pero impotente a la hora de tomar decisiones en pleno campo de batalla e inconsciente de que se han sobrepasado del límite de la conducta humana. Éste "Apocalypse Now" de la animación con la denuncia sobre la injusticia y la violación de los Derechos Humanos perdurará por años. Como hiciera el checo Karel Zeman en sus aventuras fantásticas, Folman aplica en los dibujos animados, colores monocromáticos, negro con anaranjado fuego en su mayoría para reflejar los atardeceres de antes y después del infierno.

Lo Mejor: su tono documental
Lo Peor: que se haya promocionado tan deprisa poco antes de su estreno