Aún nos queda en los oídos la mítica frase de Forrest Gump: “La Vida es como una caja de bombones; nunca sabes lo que te va tocar…”. Esas palabras implicaban el azar del destino en el que se veía sujeto el protagonista interpretado por Tom Hanks. También podíamos implicarla en las desvariadas vidas de los dos personajes de “Tímidos Anónimos”; dos almas gemelas cuyo defecto en común es su incapacidad para enfrentarse al mundo pero obligados a sentirse unidos por la atracción mutua y, profesional, cuando el chocolate (mágico y sustancioso alimento deseado por la gran mayoría) interfiere entre ellos.

Angélique (Isabelle Carré) una aprendiz de repostera con una increíble habilidad para elaborar bombones (actividad que surpime a sus irrefrenables ataques de timidez) encuentra empleo en la arruinada fábrica propiedad de Jean-René Van Den Hudge (Benoît Poelvoorde), gerente incapaz de levantar su negocio y que asiste periódicamente al psicólogo. Inevitablamente el cruce de miradas entre los dos será decisivo. Más cuando ella hace creer a todos que puede elaborar unos nuevos bombones a partir de la fórmula creada por un eremita.

Una divertida comedia romántica enclausturada en un bucólico universo que casi roza lo “Amelié,” encabezada por una francesa (Carré) y un belga Poelvoorde, dirigidos por Jean-Pierre Ameris (C´est la Vie; Je m´appelle Elisabeth).