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Voto de Natxo Borràs:
8
Documental ¿Qué tendrá la Cannon para inspirar no uno, sino dos documentales? La respuesta es fácil: cinefilia sin complejos, descaro y dos grandes cerebros, Menahem Golam y Yoram Globus. Si The Go-Go Boys se centra en la tormentosa relación entre los dos primos, Electric Boogaloo analiza las demenciales estrategias publicitarias con que la productora sacudió los cimientos de Hollywood. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Documental que repasa la trayectoria profesional de Menahem Golan y Yoram Globus, productores y directores nacidos en Israel pero que gran parte de su exitosa carrera la retomaron en Estados Unidos, en uno de los momentos más dulces de un cine que demandaba cada vez más público, lo que implicaba generar decenas y decenas de producciones de manufactura propia, independiente pero algo pobre aunque sin rizar el rizo de lo exploit. Títulos exportables como “Polo de Limón” (Eskimo Limon, 1978), su versión americana “El Último Americano Virgen” (The Last American Virgin, 1982), o el desastroso musical “The Apple” (1980) generaban una publicidad que luego no se traducía en unos unánimes resultados en taquillas, digamos que aceptables, pero la maquinaria de Golan y Globus con la todopoderosa Cannon enfrente no dejo de engrasarse. Amén de que el impulso de la incursión del vídeo doméstico en los hogares de todo el mundo ayudó en su totalidad.

Así se sucedieron otras producciones encarriladas en el género de la acción, y en el sentido más desastroso y los reclutamientos de actores como Charles Bronson, Chuck Norris o Sylvester Stallone. Filmes como “Yo soy la Justicia” (Death Wish II, 1981) de Michael Winner, “Invasion USA” (1985) de Joseph Zito o “Yo, el Halcón” (Over the Top, 1987) del propio Menahem Golan dejaron huella incluso por la vergüenza ajena que provocaban. Y singulares fichajes como el de Tobe Hooper o Andrei Konchalovsky (de curriculum atado al cine de Andrei Tarkovski) que con su “El Tren del Infierno” (Runaway Train, 1985) aportaron un toque de dignidad en la productora que quebró por sus delirios de grandeza. Y en éste documental del australiano Mark Hartley, no deja títere en cabeza en un entretenimiento garantizado solo para nostálgicos con ganas de volver a mirar atrás.
Natxo Borràs
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