Robert Downey Jr. no es mal actor pero intenta hacerse un hueco como alguien que intenta hacerse popular. Algo parecido le ocurre a otros actores como Dennis Quaid, Jim Caviezel o Matthew McConaughey o a veteranos como Alan Arkin o Frank Langella. Nadie los conoce pero sabemos que está allí; que al espectador medio, por decirlo así, le suena de algo, ha visto esa cara en alguna parte y piensan que la película no va estar mal después de todo…

Pero a Downey nadie le recordará ya en sus intervenciones en comedias juveniles como “A Toda Marcha” (Tuff, Turff, 1984) o “El Cazachicas” (The Pick Up Artist, 1987). Es más destacable quizás su colaboración en el magistral drama coral de Robert Altman “Short Cuts; Vidas Cruzadas” (1992), o interpretar al agresivo reportero Wayne Gale en “Asesinos natos” (Natural Born Killers, 1993) de Oliver Stone. Es de valientes también su arriesgado desafío interpretativo en la injustamente maltratada adaptación cinematográfica de la serie de televisión de culto “El Detective Cantante” (2003), producida por Mel Gibson. Pero estos últimos años le ha ido bien embutirse en el traje de personajes de ficción más o menos con la destreza y habilidad de salvar al mundo, y “Iron Man” fue el primero, porque después vendría el excesivo Sherlock Holmes de Guy Ritchie con sus dos falleras entregas de 2009 y 2011.

El momento de buena suerte de un actor como él que pasa de ser secundario a principal recala en el mérito conseguido por los años (aparte de una vida personal amenizada de escándalos de toda clase con drogas por medio) y su afán de sobrevivir con más de treinta años de carrera y con todavía no cumplidos los cincuenta años. Y en “Iron Man”, que no será el papel de su vida, si le permitirá (con sus continuaciones) hacerse un buen hueco. Aunque sea la tópica película de superhéroes “made in Marvel” y concebido como un producto para satisfacer a los fans del cine de acción, con ídolo tuneado y un Jeff Bridges que no merece estar en el papel de villano. Dirigida por Jon Favreau, actor ocasional en comedias como “Very bad Things” (1998) o “Cuando menos te lo esperas” (Somethings Gotta Give, 2003).