La verdad es que la historia es peliaguda. Durante el gobierno nazi se creó lo que se denominó como “Lebensborn”, una organización que tenía como finalidad conseguir niños puramente arios para la futura Alemania. Para ello, aparte de la vía normal de reproducción matrimonial, se lograban vientres de alquiler en los territorios ocupados. Mujeres que respondieran al prototipo étnico ario tenían hijos con soldados alemanes y recibían compensaciones económicas o privilegios de cualquier tipo. Los niños debían ser entregados al “Lebensborn” antes de que cumplieran tres meses. Muchas mujeres noruegas (las noruegas cumplen los requisitos de raza que buscaban los alemanes) formaron parte de este experimento.

Georg Maas dirige esta curiosa película, además de coescribir el guión de la misma. Se trata de un film oscuro en el fondo y también en la forma, puesto que busca en todo momento en su fotografía una iluminación de claroscuros para dar un toque vintage de guerra fría, que nos transporte inmediatamente a la DDR.

Mas allá de lo buena o mala que sea la película, lo que es incuestionable es que los acontecimientos que se cuentan en ella dejan helado a cualquiera. Porque está basada en hechos reales y te parece increíble que esas cosas sucedan. En mi caso fue mayor el estupor por los hechos que el impacto cinematográfico del film, lo que no habla muy bien de la obra que, a mi juicio, daba para mucho más.

Los personajes están bien creados y los actores les dan vida con acierto, el problema viene con la narración de la historia. Ahí creo que flojea la obra de Maas. Es demasiado fría, no te atrapa, a pesar de que lo que cuenta es espeluznante.

Hay varios dilemas morales a los que se enfrenta el espectador, pero por encima de todos está el de la protagonista, que es víctima y verdugo a la vez. Yo creo que termina logrando la empatía del público, especialmente a partir de la mitad de la película, a medida que se va viendo atrapada por su propio pasado y conducida a un callejón sin salida.

El inicio de la película es un tanto farragoso. Esto es un lastre ya que requiere un esfuerzo por parte del espectador para no perderse, para entender lo que pasa y meterte en la historia. Es de esas películas que cuando acaban te apetecería ver de nuevo el principio, para ver otra vez cosas a las que no prestaste atención al no estar metido en la trama.

No está bien explicado ni el tema del Lebensborn, ni lo que era la Stasi, ni el funcionamiento de las cosas en la Alemania del Este. Supongo que el director da por sobreentendido que el público conoce estas cosas, pero no es así. Tal vez en Alemania sí se sepa, pero en España mucha gente no está al tanto de todo eso, y creo que la película debería haber indagado un poco más en todo eso para facilitarle al espectador la comprensión de las cosas.

“Dos vidas” es una especie de thriller-denuncia que se queda a mitad de camino en las dos cosas. Sirve como documento histórico y hace pensar, pero a nivel estrictamente cinematográfico tiene lagunas, no emociona como debería, y el espectador tiende a desapegarse de la historia, que se te va de dentro a las pocas horas de acabar de verla.

El espectador se queda mucho más con el drama familiar que con la parte política, histórica o el suspense típico de las películas de espionaje. Ese cóctel que intenta Maas no casa bien del todo. Se escapan muchas cosas, otras quedan en simples esbozos. Como digo, la parte del drama familiar es la que más impacta y la que mejor funciona.

Personalmente, habría preferido un poco más de suspense. Las cosas se ven venir, y otras que se saben desde el principio habría estado bien que se ocultasen durante un tiempo para provocar impacto en el espectador. Podría haber sido una película más sorprendente. Aún así es áspera y, si logras entrar en ella, la ves con un nudo en la garganta.

Buen trabajo de la protagonista, Juliane Köhler, que interpreta con talento un personaje difícil sin caer en la tentadora sobreactuación. Por otra parte, es de agradecer siempre ver en la pantalla a Liv Ullman, tan sólida y eficaz como siempre.

Hablando de Liv Ullman, se me antoja que el personaje que interpreta (la madre que tiene una hija con un soldado alemán) debería haber sido aprovechado para profundizar mucho en él. Nos quedamos sin saber cómo fue su historia y por qué decidió tener un hijo con ese alemán. Todo queda muy difuso y podría haber dado mucho más juego.

“Dos vidas” es una película sobria como los alemanes. Contenida en cuanto a sentimientos explícitos pero tiene la tensión emocional suficiente como para que el corazón del espectador que logre involucrarse en ella quede tocado.

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