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Voto de Pepe Alfaro:
7
Comedia Maria y Jose Ribeiro viven desde hace treinta años en una pequeña portería en un buen barrio parisino. Esta pareja de inmigrantes portugueses son queridos en el barrio entero y, cuando surge la posibilidad de volver a Portugal, nadie quiere dejarlos marchar. Pero ¿qué quieren ellos? (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine hispano retrató la peripecia de la emigración en tono de tragicomedia a través de títulos como Españolas en París o Vente a Alemania Pepe, ambas del año 1971, cuando la única puerta de salida profesional se encontraba en los Pirineos, un acceso que los jóvenes españoles se han visto obligados a reabrir cuatro décadas más tarde. La ilusión de aquellos personajes siempre era la misma: ahorrar suficiente para regresar a esa Arcadia idealizada que representaba el anhelado terruño, como metáfora de un viaje nunca concebido sin billete de vuelta.
El director francés de raíces lusas Ruben Alves propone en La jaula dorada una visión sobre la adaptación de una humilde familia portuguesa a la realidad de una estratificada sociedad parisina, partiendo de la propia peripecia de sus padres, lo que otorga al film una frescura y una inspiración naturales en la definición de situaciones y personajes, tan creíbles como emotivos. Esta comedia llega avalada por el gran éxito de público alcanzado tanto en Francia como en Portugal, donde se convirtió en la película más taquillera de 2013.
Para contar la historia de un albañil y una portera que durante más de treinta años han servido a sus vecinos con total dedicación, el director ha contado con algunos de los actores portugueses más reconocidos; Joaquin de Almeida abandona momentáneamente sus papeles de villano al servicio de ciertas producciones de acción en Hollywood para meterse en la piel de un hombre inspirador de esa bonhomía que solo puede trascender en la gente con alma en cada gesto, en cada mirada. Por su parte, el papel de la madre, supone todo un descubrimiento, y Rita Blanco nos deja conmovidos en cada plano, transmitiendo la fuerza de un sentimiento sin apenas necesidad de palabras. A través de ambos intérpretes los espectadores españoles se sentirán identificados con los personajes, tan cercanos a la idiosincrasia de nuestros vecinos, tan parecidos en tantas cosas, y en otras tan iguales.
La jaula dorada no reniega de los tópicos, y al igual que sucedió en España con Ocho apellidos vascos, en la desmitificación y el reconocimiento de estas señas de identidad nacionales reside parte de su buena conexión con los espectadores. No falta el fado, como esencia del sentimiento, del alma portuguesa; ni el fútbol, al que todo hijo de vecino debe entregar su pasión al nacer; también su plato nacional, el bacalao, da bastante juego en este juego de situaciones. Otro tema tratado con especial sutileza es el de la diferencia de clases sociales, reflejado en cada detalle, en cada ambiente, hay que fijarse en esa obra de arte que reproduce una vértebra gigante en el domicilio de los Caillaux, y que también da su juego cuando hablan de las litografías de Picasso colgadas en la casa-portería de los Ribeiro. No hay nada más (y nada menos): una comedia fresca y divertida, sazonada con todos los ingredientes del cine clásico, incluido algún toque emotivo.
Esta misma semana se ha estrenado en nuestro país una comedia norteamericana titulada No hay dos sin tres, protagonizada por la estrella Cameron Diaz, que seguramente tendrá muchos más espectadores que La jaula dorada. Es lo que tienen las persistentes campañas publicitarias de las producciones procedentes de Hollywood, nos venden su “american way of live” a través de un cine cada vez menos imaginativo y gracioso. Se limitan a fabricar el mismo cóctel con los mismos ingredientes.
Pepe Alfaro
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