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Voto de Francesca:
7
Bélico. Aventuras Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra. (FILMAFFINITY)
15 de noviembre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Convención de Ginebra fue firmada en 1949, la acción de la película se desarrolla en 1943 y el film data de 1956. ¡Vaya cacao!

Es curioso, porque el general Nicholson (Alec Guiness), saca una libreta y le lee (nunca mejor dicho) la cuartilla al comandante nipón Saitu, encomiándole a que respete los Convenios de Ginebra, es decir, unos convenios que aún no existían.

A partir de ahí, la película toma un cariz distinto, pues se puede interpretar como una reivindicación de Lean por un trato más justo hacia los prisioneros (desconozco si esta era la intención manifiesta o… inconsciente).

Dicho Convenio fue promovido, justamente, a raíz de los sufrimientos causados por la Segunda Guerra Mundial, por la Cruz Roja y sirvieron para regular durante los conflictos armados la protección de la población civil y de los prisioneros de guerra. Este es el caso retratato en el film.

Volviendo, pues, a la historia contada en pantalla, una de las mayores críticas es su marcado acento chovinista. Esto queda marcado en diálogos como este:

- Sin ley, no hay civilización –dice el general Nichoson.
- Aquí no hay civilización –rebate el comandante.
- Entonces, será la ocasión de implantarla.

A la vez, se muestra a los japoneses como gente sencilla, simplona, histriónica.

Pero, por otro lado, ¿cuántas películas de guerra son imparciales? Sin llegar al extremo de Operación Birmania (Raoul Walsh, 1945), claramente concebida para animar al bando aliado, las películas de guerra (o western, que viene a ser lo mismo en muchos aspectos) es lo que tienen. Lo importante es no olvidarlo para no dejarse arrastrar por el efecto propaganda. Clint Eastwood es una sana excepción en este monodiscurso, al mostrar los dos lados de la contienda en Bandera de nuestro padres (2006) y Cartas desde Iwo Jima (2006).

La película se centra en una acción bélica en la retaguardia: la construcción de un puente en medio de la selva a mano de los prisioneros británicos. Tras un enfrentamiento entre el comandante Saitu y Nicholson, este querrá construir el mejor puente posible; siempre regido por sus principios castrenses de trabajo bien ejecutado, disciplina, rigor. Y ahí vamos, precedidos por la celeberrima melodía de los soldados, a construir el dichoso puente.

Willliam Holden (en el papel de Shears), parece estar de vacaciones en un club Méditérrannée aunque a veces lo está pasando realmente mal (cuando huye).

Otro enfrentamiento. Está vez, no entre prisioneros y captores, sino entre Nicholson, que ha construido un puente perfecto, y el oficial británico encargado por sus superiores que destruya el puente… del enemigo.

Sí, desde luego, hay detalles chocantes: el calendario con imágenes de pin-up en la cabaña de Saitu. Es igualmente curioso que los japonenes tuvieran uno de los mayores ejércitos, pero que carecieran de ingenieros competentes, hasta tal punto que estaban construyendo un puente en un terreno pantanoso. ¡Menos mal que han llegado los occidentales con toda su sabiduría y ciencia! Por otro lado, las portadoras del equipaje de Shears son monísimas con sus elegantes trajes y sus sombreros de paja, avanzando con gracia en la jungla y haciendo masajes y pedicura en momentos de reposo… Todo muy estiloso.

En resumen. Son las contradicciones de la guerra: Nicholson se alía con el enemigo a causa de los nobles principios de la guerra, los mismos que hacen que el Alto Mando Británico quiera destruir el puente de la discordia. El comandante Saitu tiene que tragar su orgullo porque no le queda más remedio (en nombre de ese misma nobleza castrense –o lo que se entieda por ella–) que aceptar la superioridad de sus prisioneros.
Sin embargo, debido a los aspectos llamativos apuntados arriba, hay una falta de credibilidad.

Por lo tanto –y fin de la ecuación– hay que verlo como un entretenimiento bien hecho, donde, como dice el médico, la locura impera.
Francesca
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