Una de las cimas de la animación Pixar, que representa la evolución hacia la sutileza y la sensibilidad de Andrew Stanton, quien hace que el film concentre el dinamismo argumental de las primeras películas de la revolución digital (Toy Story) y la majestuosidad, visión universal y emotividad heredado de los grandes clásicos mudos de la Edad de Oro del cine de los años 20 y 30.
Debido a la ausencia de diálogo, el peso de la película recae en la exquisita banda sonora, en el maravilloso desarrollo argumental y en las nuevas técnicas de imagen que resultaron el comienzo de una nueva época en la explotación de la fotografía en el cine. Esta actitud crea un sentimiento anacrónico que añade aun más mérito a este film, que tiene un fuerte tono moralista oculto en unas escenas entrañables que representan una de las cotas más altas de la animación en el siglo XXI.