Cuando terminé de ver El espía me quedó la sensación de haber visto una estupenda película. Han pasado ya tres o cuatro días y esa sensación se ha difuminado mucho, ahora me parece una correcta película que podía haber llegado más lejos. Esto, que puede parecer raro, me pasa con bastantes películas, ya que tanto para bien o para mal el paso de los días se encarga de colocarlas en su justo lugar.
El espía cuenta el caso real de un espía americano que estuvo vendiendo secretos a los rusos durante años. Más bien se centra en la operación que se llevó a cabo para detenerle. La película tiene la suerte de contar con un personaje central que por sí solo mantiene el interés de cualquier historia, aunque en este caso no lo hayan exprimido al máximo. Se pasa de puntillas sobre muchas facetas de este hombre, pero eso hubiera requerido o una película más larga, o bien enfocar la historia desde otro ángulo.
Toda la investigación que rodea a la detención del espía está narrada con corrección extrema pero con una frialdad considerable, así que, nunca mejor dicho, en este caso somos simples espectadores de la acción.
Billy Ray es un director extremadamente sobrio y sus imágenes se contagian de ello, confundiendo a veces la sobriedad con la falta de energía, pero aun así la película es más que digna en ese sentido.
Dentro del reparto destaca con luz propia la presencia del excelente Chris Cooper, que siempre hace una gran creación de cualquier personaje que interpreta, y aquí además tiene material para ello. El resto del reparto, aunque correcto, está a la sombra del protagonista.
Al final El espía no es la gran película que esta historia necesitaba, pero por lo menos mantiene el tipo con bastante dignidad.