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España España · bilbao
Voto de ernesto:
6
Drama Ryoata, un arquitecto obsesionado por el éxito profesional, vive felizmente con su esposa y su hijo de seis años; pero su mundo se viene abajo cuando los responsables del hospital donde nació su hijo le comunican que, debido a una confusión, el niño fue cambiado por otro. (FILMAFFINITY)
30 de mayo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director japonés Hirokazu Kore Eda lleva casi veinte años paseándose por los más importantes festivales de cine. Aunque se dio a conocer en Venecia con su película Maborosi, han sido Cannes y San Sebastián, a partes iguales, donde ha presentado la totalidad de su filmografía. Y pese a ser en estos momentos un nombre casi imprescindible para la cinefilia internacional, todavía le falta consagrarse ganando el premio principal de alguno de estos festivales, de donde ha salido, en algún caso, con premios menores. El estreno en Cannes de Nadie sabe, y en San Sebastian de Still Walking son probablemente sus mayores éxitos críticos hasta la fecha. Casualmente son estas dos buenas películas las únicas que yo había visto hasta ahora.
Con su último trabajo, De tal padre tal hijo, volvió a cautivar a crítica y público, tanto en su estreno festivalero, donde Spielberg le dio un pequeño premio, como en su posterior estreno comercial. En esta película Kore Eda se vuelve a acercar al tema de la familia, sección infancia, un tema en el que se desenvuelve como pez en el agua. Yo solo puedo decir que no comparto el entusiasmo general ante la película, que me parece mas obvia y más mustia que cualquiera de las otras dos anteriores que he visto.
La historia comienza con una pareja moderna, en la que el marido vive su vida consagrada a su carrera, mientras que en su casa mantiene una relación demasiado encorsetada con su mujer y su hijo, que le impide ser todo lo espontáneo y cariñoso que un hombre debe ser con su familia. Más preocupado por mantener por mantener una estrictas normas de convivencia que por disfrutar de esa convivencia este hombre no es consciente de las necesidades afectivas de su hijo.
La vida de la familia da un vuelco cuando les llega una notificación del hospital donde nació el niño. Allí les informan de la posibilidad de que se hijo en realidad no sea suyo, ya que se ha descubierto que aquel día hubo un intercambio de bebes en el hospital. Cuando este hecho se confirma surge el gran conflicto moral que envuelve la historia. Las dudas y las preguntas que abruman a esta pareja son las mismas que surgirían en cualquier ser humano. El contrapunto dramático lo pone la otra familia afectada, que afronta la situación de forma mucho más natural, lejos de la rigidez del protagonista.
El volcán emocional y sentimental que debiera transmitir esta historia queda sepultado bajo toneladas de fría corrección japonesa y aunque, teóricamente, el conflicto planteado debería revolvernos en nuestra butaca, la película, en mi caso al menos, no me provoca ni frío ni calor.
En las dos películas anteriores que he visto de Hirokazu Kore Eda el director se caracteriza por mantener una distancia emocional con las historias que cuenta, pero en los dos casos encontraba el tono adecuado para que las dos películas llegaran al espectador. No es el caso de su última película, que con una dirección fría, aséptica y distante, no consigue conectar con el lado más emocional de la película.
Me vienen a la cabeza los disfrutables excesos sentimentales, en clave occidental, de la película Despedidas de Yojiro Takita. Kore Eda tiene la suficiente personalidad y talento para no recurrir a trucos emocionales, pero aun así esta vez se queda muy corto.
Lo mejor de la película es la presencia infantil. Kore Eda tiene ya experiencia dedicando sus películas a los niños, ahí están Nadie sabe y Kiseki, y en esta ocasión la verdadera emoción, la ternura auténtica es la que transmiten los dos niños. Sus reacciones, sus miradas, su risa, suponen una delicia que está muy por encima de la obviedad y pulcritud que transmiten el drama de los adultos.
ernesto
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