Larry Clark vuelve a tratar en esta película uno de sus temas favoritos, que es el desencanto de los adolescentes americanos ante la vida. Y en este caso lo hace de forma excesiva, sin un punto de luz en todo ello.
La película se centra en cuatro amigos, tres chicos y una chica, que viven en el típico barrio residencial de una pequeña ciudad californiana. Y cada uno de ellos vive su particular trauma, bien sea propio o de las personas que le rodean. Resulta curioso que retratando un grupo de gente en un entorno reducido no haya un a sola persona a la que se pueda considerar que actúe con normalidad. La galería de personajes acaba resultando casi disparatada por excesiva.
Eso no impide que algunas secuencias y situaciones resulten eficaces e interesantes por si mismas, aunque el conjunto resulte poco creíble. Algo que en una película de estas características no es bueno.
Ken Park siempre ha estado acompañada por la polémica debido a su explícito contenido sexual. Aquí Larry Clark se recrea en exceso, aunque hay que reconocer que muchas de estas secuencias definen muy bien a algunos de los personajes. En ese sentido la secuencia final resulta de las más logradas de la película.
Si Larry Clark hubiera sido un poco más moderado en el excesivo retrato de las miserias humanas la cosa hubiera ganado en credibilidad e interés.