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España España · bilbao
Voto de ernesto:
7
Drama. Romance Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
2 de mayo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a estas alturas, y después de cinco películas, alguien todavía se sigue sorprendiendo de que las películas de Baz Luhrmann sean como son, es que no se ha enterado de que va la fiesta. Da igual que haga musicales, melodramas románticos o adaptaciones de grandes obras literarias, las películas del director australiano están todas cortadas por el mismo patrón. Y ahí o entras o no entras. Ni siquiera creo que Australia, su película peor considerada, sea tan inferior al resto de su filmografía.
Desmesura visual, desmesura melodramática, e incluso desmesura musical, son las principales características del cine de Luhrmann, un director que desde su primera película se propuso llevar a su terreno los códigos básicos del cine más clásico y tradicional.
En esta ocasión Luhrmann adapta, como ya hiciera con el mismísimo Shakespeare, uno de los clásicos indiscutibles de la novela norteamericana, El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. La novela se considera como una de las cumbres de la literatura de su época, y ya conoció una adaptación cinematográfica en los años setenta, que paso con más pena que gloria.
Tengo que reconocer que el libro de Fitzgerald no me dejó una huella especial. Su retrato de la alta sociedad estadounidense de los años veinte resulta tan fidedigno, como aséptico y desapasionado. El temor de la mayoría ante la adaptación de Luhrmann era que el director desvirtuase el sentido y la intención del libro. En mi caso resultó una buena noticia ya que Lurhmann le iba a dar, seguro, un brío (para bien bien o para mal), del que el libro carecía. El resultado final, con sus altibajos, no me ha decepcionado en absoluto, por más que ya desde su estreno en el Festival de Cannes del año pasado, la película haya despertado tanto odios como pasiones (algo, por otra parte, habitual en el cine de Luhrmann).
La película cuenta la historia de Jay Gatsby, joven millonario y triunfador, del que nadie conoce su origen, pero al que todo el mundo se arrima tratando de aprovecharse del lujo que le rodea. Junto a su mansión, en una pequeña casa, vive Nick Carraway, un joven que trata de abrirse camino en la abrumadora ciudad de Nueva York. Nick es primo de Daisy Buchanan, una jovencita casada con un famoso deportista, con la que Gatsby vivió un romance años atrás, que ninguno de los dos ha conseguido olvidar. El encuentro entre los dos antiguos amantes pondrá en evidencia la vacuidad del mundo en el que viven, y la superficialidad de las relaciones personales que mantienen.
Baz Luhrmann aprovecha el lujo que rodea al personaje principal para dar rienda suelta a su desbordante (y agotadora) inventiva visual y compone un relato que golpea, con escasa sutileza pero infinito brillo, en las retinas del espectador. La decisión de rodar la película en 3D hace que algunas resoluciones visuales sean a todas luces excesivas e innecesarias, pero en líneas generales el espectáculo visual, sumado a una particular selección musical, le da un empaque y una fuerza a la historia de la que carece en la novela.
El acierto de Lurhmann es que, pese a lo abrumador de la propuesta visual, nunca pierde de vista la esencia de la historia, y en la segunda parte de la película, cuando los fuegos artificiales han pasado a segundo plano, El gran Gatsby recupera el vuelo dramático con un ritmo arrollador, y encuentra el equilibrio perfecto entre contenido y continente, algo en lo que no siempre funciona en el cine del director australiano.
Uno de los principales aciertos de la película es la elección de Leonardo Di Caprio para interpretar al protagonista. Y es que más allá de su buen trabajo, el carisma que Di Caprio desprende en la pantalla está al mismo nivel que la fascinación que Jay Gatsby genera entre las personas que le rodean. Una etérea Carey Mulligan y Tobey McGuire cumplen en un reparto donde destacan los personajes más secundarios.
El gran Gatsby es un paso más, absolutamente coherente, en la filmografía de Luhrmann. Corre el riesgo de que lo que hasta ahora resulta brillante, y hasta original, acabe siendo una marca de fábrica más, y que llegue el momento en que sus películas solo provoquen indiferencia, que sería lo peor que les podría pasar. De momento funcionan.
ernesto
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