Cuando terminó Juegos Secretos me quedó una sensación extraña, la de haber visto una película atractiva pero desconcertante. Sabía que me había gustado, pero no tenía claro por qué. Han pasado ya unos cuantos días y sigo pensando en la historia, en los personajes, y tengo claro, cada día más, que es una película excelente.
Estamos en un típica zona residencial de una ciudad americana, decorado habitual de un montón de películas. Vemos a los habitantes de ese barrio, con sus lujosas casas y sus vidas aparentemente perfectas, como en otras muchas películas (unas muy buenas, y otras no tanto). Y al igual que en otras ocasiones vemos como detrás de tanta perfección se esconden las miserias de cada uno rodeadas de mucha hipocresía. Y en cambio, en Juegos Secretos todo esto parece nuevo, como si no lo hubiéramos visto antes.
El comienzo con esa voz en off nos traslada como a una especie de cuento para adultos, donde en medio de unas atractivas y luminosas imágenes se mueven unos personajes complejos, oscuros e interesantes en todos los casos. Es una de esas ocasiones en las que las historias paralelas no solo están bien encajadas en la película sino que la enriquecen.
Una joven y atractiva pareja comienza una relación fuera de sus respectivos, monótonos y aburridos matrimonios. Un pederasta se traslada al barrio con su madre para intentar vivir con normalidad, algo que ni puede hacer, ni le dejan. Un joven policía repleto de prejuicios intenta ser el protector del barrio cuando es incapaz de poner orden en su vida. Estos y algunos más son los personajes de esta historia en la que cada diálogo y cada situación tiene su función dentro de la película.
Un guión impecable y una puesta en escena luminosa y atractiva son algunos de los puntos fuertes de una película donde el reparto se debe llevar gran parte de los elogios.
Tremenda resulta la química entre Kate Winslet y Patrick Wilson. Ella afeada pero tan sensual como siempre vuelve a ser una presencia fascinante en pantalla. Él, con un físico imponente, aporta las adecuadas dosis de confusión e inmadurez que su personaje requiere.
Junto a ellos tres secundarios de lujo. Jacie Earle Haley, justamente nominado al Oscar, resulta estremecedor aportando humanidad a su personaje. Phillys Sommerville hace con su extraordinario trabajo que su personaje sea uno de los más recordados de la historia. Y Noah Emmerich está a la altura de los anteriores con un personaje lleno de contradicciones.
Y es una pena que a la guapísima Jennifer Connelly (al igual que en Diamante de sangre) le haya vuelto a tocar bailar con las más fea, ya que tiene el personaje más desaprovechado de todos.
Una película extraña, compleja y a ratos fascinante que deja un más que agradable sabor de boca.