No conozco de nada al director Scott Stewart, pero parece ser que en compañía del actor Paul Bettany se está especializando en un cine entre apocalíptico y terrorífico con connotaciones religiosas y espíritu de serie B. En cosa de dos años han realizado juntos dos películas de parecido pelaje, la última es El sicario de Dios, mientras que la primera, Legión, es la que ahora nos ocupa.
En esta ocasión son los ángeles los que vienen a arrasar con todo hombre, mujer o niño que se les ponga por delante ante el cabreo monumental que se ha cogido el mismísimo Dios por el rumbo que está tomando la especie humana en este nuevo milenio.
Mientras tanto en una polvorienta gasolinera perdida en el desierto se reunen de forma circunstancial una serie de personajes sin saber que en sus manos estará el futuro de la humanidad. Entre ellos hay una chica a punto de dar a luz, cuyo hijo se convertira en la única esperanza para los hombres. Afortunadamente estas personas no estarán solas y en su ayuda acudirá un arcángel arrepentido que les pondrá en guardia ante lo que se avecina.
Para sacar adelante un argumento semejante se necesita ser poco menos que un genio, y en todo este asunto creo que no hay involucrado ninguno. Pero aun así me atrevería a decir que la película no es del todo despreciable, sino que aporta momentos, imágenes y alguna idea que la situan al mismo nivel que otras simpáticas producciones de serie B.
Partimos de la base de que la cosa no tiene ningún interés. Bien, pues partiendo de ese punto nos encontramos con alguna sorpresa ciertamente simpática. La primera nos la da una simpática ancianita que llega a la gasolinera cuando todavía nadie sospecha nada de lo que les espera. Esta encantadora señora les da el primer e inesperado susto, y con ella el espectador vive el primer momento divertido. Su transformación en una mala bestia se podría decir que es electrizante.
A partir de ahí cada una de las personas allí presentes empieza a actuar exactamente como uno se espera que lo haga, nada nuevo bajo el sol. Sus reacciones, enfrentamientos y reflexiones trascendentales son completamente previsibles y hasta prescindibles. Pero de repente llega la gran invasión, el asedio a la gasolinera por parte de una brutal plaga de ángeles con aspecto de todo menos de ángel. La forma en que se mueven, acechan y atacan, proporciona una serie de inquietantes imágenes y momentos cercanos al gore que le despiertan a uno de la rutina, y la noche se convierte en un espacio tenebroso pero bastante más divertido de lo esperado, al menos para el que mira desde la butaca.
Hacia el final, la película vuelve a ser tan tediosa como era de esperar con la consiguiente lucha entre ángel bueno y ángel malo, pero para entonces ya nos hemos entretenido un poco más de lo esperado.
Paul Bettany parece ya un caso perdido como actor, espléndido en Master and Commander, pero al menos Dennis Quaid se entrega con humor a su clasico personaje de héroe inesperado.