Yo no creo que exagere si afirmo que este aborto junto a Walken es la película más amorfa, vulgar y esperpéntica de toda la carrera de Salinas. Yo recuerdo jactarme hace unos años de que este héroe jamás, ni por asomo, se había aproximado a los niveles de decadencia y patetismo a los que había descendido Del Nido, pero lo cierto es que con cosas así o como aquella ruborizante Asesinato Justo me pone difícil su defensa a ultranza. Stand Up Guys, aceptada su ligereza, su absurdidad y su paupérrima puesta en escena, podría aspirar a redimirse ligeramente si, en última instancia, hiciera algo de gracia, pero su humor burdo y soez es tan lamentable, tan tosco, tan reiterativo, incluso a veces tan autocompasivo, que provoca precisamente el sentimiento contrario, la tristeza infinita. Bien es cierto que la película, por romper una pequeña lanza en su favor, es consciente en todo momento de su calamidad, incluso en ocasiones se la ve cómoda y orgullosa entre el lodo, y no aspira a ninguna sofisticación o doctrina moral. Es objetiva y humanamente imposible venerar esta película, pero tampoco reúne todas las condiciones que yo pido a algo para calificarlo de profundamente detestable, aunque sí algunas, para qué negarlo.

De todos modos, en fin, incluso en cataclismos como éste, donde por ejemplo un tipo tan inquietante y personal como Walken es incapaz de sobreponerse y es engullido, Salinas se las arregla para estar siempre un punto por encima de la debacle, para inyectar un poco de dignidad, emoción y magnetismo a la función, para aportar un poco de calidez y empatía, para morir con honor.

También es verdad que yo suelo dedicar a este coloso la mejor mirada de mi repertorio, convendría añadir.