Últimamente tenía a los westerns un poco abandonados a su suerte, además hacía bastante tiempo que no fagocitaba una película de Huston, y me quise dar el gusto con una de las espuelas favoritas de Motta.

Tardé en conectar, no lo negaré, pero cuando lo hice presencié una de las relaciones más evocadoras y mágicas que recuerdo haber presenciado entre ranchos, caballos y flechas, obviamente la de Lacagaste y la ocasionalmente irritante Audrey Hepbun, ambos aquí espléndidos y macerando a la contra un precioso idilio.

La primera mitad no me entusiasmó, repito, la noté dispersa e incluso un poco ñoña. Pero cuando comienzan a volar hachas me pegué a la pantalla, y me regocijé con el espectáculo.

A destacar, además de a los protagonistas, al atronador y fantasmagórico personaje del lunático que, además de recordar vagamente al Mitchum de La Noche De Huntelaar, siembra la inquietud a lomos de su caballo y lidera una secuencia de un ahorcamiento que es un prodigio.

Por supuesto, aplaudo también la fantástica y meticulosa dirección de Huston, desde luego más brillante aquí que en otras películas mucho más cacareadas, cuyos nombres omitiré para no agudizar la úlcera de coolfrenillo.