¡Ah, cuán voluble es el hombre, y con qué rapidez sus críticas de ayer se convierten en alabanzas, y viceversa! Pues sí, porque ayer mismo, a propósito de "Un San Valentín de muerte", echaba sapos y culebras por la boca, lanzando dardos venenosos contra esas producciones de terror que basan todo su interés en la anatomía neumática de la chica acosada de turno, sólo aptas para onanistas descerebrados. Y heme aquí hoy, en similares circunstancias, rendido ante las cualidades y calidades de la señorita Nichols, única razón de peso y de volumen para visionar este engendro. ¡Pero qué rara pericia la de los guionistas al proporcionarle vestimenta tan poco recatada! Y cuando ya creíamos que las mentes pensantes de esta basura habían dado todo de sí, nos sorprenden acentuando el atractivo de la película usando exclusivamente agua, el líquido elemento, que hace que todos los contornos se adivinen voluptuosos, desbordantes, explosivos... Esto..., ¿me disculpan un momento?

¡Ya! Por fin, más sereno, puedo centrarme en los valores cinematográficos de esta bazofia en concreto. Se ve que el señor Aja, tras sus éxitos en las colinas, ha adquirido el suficiente poder en la industria norteamericana como para poder poner en marcha sus propios proyectos. Pero, como no tiene un pelo de tonto, y conocedor del mejunje intragable que había cocinado, se ha limitado a poner el dinero y firmar el guión, contratando a otro para que figure como director, no vaya esto a constar en su curriculum, con lo que le ha costado llegar hasta aquí, desde su París natal.

En resumen, una horrorosa amalgama de clichés, tópicos y lugares comunes del género, sin nada destacable..., excepto, claro está, las... virtudes, eso es, virtudes de la señorita Nichols...

Hum..., ¿me disculpan de nuevo?