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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Voto de Neathara:
9
Drama. Romance. Intriga Dos poetas ingleses, Mary Shelley y Lord Byron, se ven obligados a huir de Inglaterra. Durante el viaje, Mary recuerda cómo conoció en casa de su padre adoptivo al joven y apasionado poeta Shelley, cómo lo amó y cómo se fugó con él. También evoca una cita con Byron en Suiza. Pero, sobre todo, rememora una noche de noviembre de 1816 durante la cual, mientras sus amigos contaban historias de terror, ella daba a luz al legendario monstruo ... [+]
2 de julio de 2008
45 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inspiración, como todos los que han intentando crear alguna vez saben, es una cabrona de mucho cuidado. Tú tratas de encontrarla, rescatarla del mundo de tinieblas por el que deambula junto a otras criaturas de índole similar y no sólo no le da la gana de aparecerse, sino que además, se cachondea de tus esfuerzos como si la cosa no fuese con ella. Sin embargo, en los momentos en los que menos te conviene, se acerca muy mimosa a cogerte de la manita para insuflar en tí el germen de una idea. Y te aguantas porque la necesitas, porque anhelas ese palpitar atávico, indescriptible, misterioso, ese cataclismo súbito en lo más profundo de las tripas, la certeza de que los planetas se han alineado, que el Azar ha sucumbido al Destino y que todas las cosas grandes y pequeñas están relacionadas entre sí y contienen un significado. No existe nada más embriagador.

La criatura/inspiración Frankenstein, oculta detrás del velo subconsciente de Mary Shelley, nace tres veces en “Remando al viento”. En la primera ocasión, no es más que un contorno, quizás imaginario, en la bruma, el avatar que encarna una sublime hiperestesia romántica; en la segunda ocasión, es recompuesta por las manos de otro dios-creador, el doctor Frankenstein y devuelta a la vida por medio de la locura y el relámpago. En la tercera ocasión, atraviesa las páginas de un libro escrito años atrás para saltar de nuevo a la pantalla y narrar su génesis y la razón de su existencia.

La inspiración cruza la frontera, muta, toma forma y se autoexplica. La idea acude en la búsqueda del origen mientras que la criatura persigue al creador hasta el final del universo. Es la metaficción elevada a la enésima potencia.

Los sueños de la razón crean monstruos, nos dicen los ojos febriles de Mary Shelley: pero los sueños de los monstruos son la materia de la que se nutre el arte, la literatura y el cine.
Neathara
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