"Prefiero beber con extraños a beber solo. Es mi cumpleaños." Al amigo Kowalski le gusta sentar cátedra, como a todos los abuelos cebolleta, como a todos los estreñidos morales y como a todos los tipos que siguen creyendo que tener cojones significa no reconocer nunca que en el fondo se es un gilipollas.

El personaje está genialmente logrado, no sé si con más autoconsciencia que talento por parte de Eastwood, porque la cosa tiene un importante tufillo onanista. Tampoco importa la intencionalidad, ya que a Kowalski te lo crees y esto lo valoro por encima del hecho de que dicho personaje y el estereotipo norteamericano (y totalmente verídico) que representa, me caigan como el demonio.

Aparte de este logro que no es pequeño, hay un retrato de ambiente bastante sencillo y emotivo (el american way of life que nos reflejan aquí tampoco es que tenga trasfondo como para hacer "Fanny y Alexander") y un choque cultural divertidillo entre el odioso carcamal y la lindísima familia de chinos que habita al lado de su casa y que como no, descascarillarán su viejo y socarrado corazón de hombre duro como mandan los cánones.

A pesar de todo y de los golpes de efecto a los que Eastwood se está aficionando demasiado últimamente, la historia me conmueve a ratillos, pero por desgracia la narración es tan inverosímil y la trama tan de manual y el final tan de Rosamunde Pilcher, que mi cerebro acaba arrastrándose por los suelos, rogándome un chute de "Inland Empire" para contrarrestrar tanta peli masticada de los cojones. (Nota mental: odio "Inland Empire").

"Gran Torino" encantará a todos los que adoran a Clint Eastwood y a algunos que no, quizás les convenza para unirse a la secta. En realidad es una película bastante decente en su estilo y desde luego bastante mejor que la mediocre "The Changeling". Eso sí, si Clint consigue hacer algo mínimamente original antes de estirar el patuco, nos va a dar un parrús.