No había acudido a las multisalas en busca de cine, sino de aire acondicionado. Y el aire acondicionado no era suficiente pero durante tres horas, pero creo que a nadie, a mí tampoco, nos ha importado demasiado. Es mucho decir para mi primera 'no me lo esperaba' del año. No sé lo que será Nolan, si crack o embaucador, si dios o gitano, si amo o esclavo. Parece cosa obligada hablar de él casi más de lo que se habla de su película y eso, fans y no fans, no lo necesitamos. Él se empeña en venir a contarnos todo sobre Bruce Wayne pero parafraseando a mi sobrino Juanito que tiene doce años...¡yo lo que quiero es ver a Batman!.

Se elevan las voces porque Batman no sale demasiado...qué lástima cifrar una presencia en algo físico cuando la expectativa de su aparición, de su resurgir, llena toda la película con una ausencia mucho más poderosa que los músculos y que los batgadgets. Batman es una constante sombra detrás del circo de tres pistas negras que orquesta una nueva némesis encarnada en el villano Bane, miembro de oro de la Liga de los Indignados; otro enmascarado. Esa cara anónima que proclama que el mundo no puede parchearse cuando está carcomido por la gangrena, pues ha de ser reseteado, destruido, reiniciado. Casual o no, la conexión está ahí; ¿es 'The Dark Knight Rises' un alarde de populismo, un divertimento tan negro como su tiempo o un blockbuster sibilinamente reaccionario?. Las obligaciones morales y contractuales de la franquicia nos privan de un más que posible y plausible final alternativo. El caos podría haber estado detrás de la cámara pero...¡mierda! ¿No he dicho que no vamos a hablar de N...?

'The Dark Knight Rises' es puro pan y circo, sí, pero el pan es duro y el circo es negro. Funciona, ya sea por lo diferente o ya sea porque echábamos de menos una evasión que nos evadiera sin ignorar quienes somos y donde estamos. ¿O quiero ver donde no hay?

No lo sé, pero la rebuscada oscuridad de la que hace gala, su disfraz de seriedad y sus pretensiones entre lo populista y lo mercenario acaban haciendo, en sus miserias y sus grandezas, un traje a juego con una persona (¿varias personas?) que acudió al cine en busca de aire acondicionado y regresó con algo más de lo que se esperaba: un entretenimiento con sentido.