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España España · BARCELONA
Voto de DIEGO:
6
Drama Texas, 1978. Una ex estrella de rodeo y criador de caballos retirado (Eastwood) acepta un encargo de un antiguo jefe: traer a su hijo pequeño desde México de vuelta a casa para alejarlo de su madre alcohólica. En el viaje, ambos se embarcarán en una inesperada aventura.
28 de septiembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenido sea siempre Clint Eastwood, más allá de la calidad o atractivo de sus películas -eso no está al alcance de todos, él se lo ha currado-. En todo caso, siempre tiene algo más que decir, algo más que aportar o incluso apostillar. Como en "Cry Macho": el recuerdo de un pasado que ya es historia; la vejez y la pérdida de habilidades irrecuperables con la edad; la dignidad de saberse gastado y viejo pero no oxidado; más lúcido y templado que nunca, más sabio. Quien tuvo retuvo. Y con ello la desmitificación del héroe provisto de valores trasnochados, que el tiempo y la reflexión han desnudado para convertirlo en un ser humano de carne y hueso, quizá arrepentido de haber encarnado lo que no siempre era: el sucio, el fuerte, el ejecutor, el despiadado, el violento, el macho... Todo lo que ahora el personaje de siempre dice que está sobrevalorado, mirándose al joven que a su lado en el coche le llama viejo, aceptando al mismo tiempo que ya no volverá a ser aquel cowboy tan duro de pelar. Y en sus ojos se adivina una inexorable aceptación... ¿arrepentida?, ¿añorada?, ¿ambas cosas? Hace años que Clint Eastwood anda planteando este dilema, esta duda, esta certeza, en su cine. Mira hacia atrás con la lucidez que da la edad y observa los personajes que encarnó. Y orgulloso y presumido, los humaniza expiando sus desvaríos y violencia. ¿Le habría gustado interpretar a Juan Nadie? ¿Repudia a Harry Callahan? Quizá si le preguntara diría lo que aseveran todos los narradores: que no hay que confundir al autor con sus personajes. Cierto es también que los papeles de macho los comenzó a encarnar al inicio de su carrera a las órdenes de otros directores, pero que él luego ha homenajeado.

En cualquier caso, me lo he pasado muy bien viendo a Clint Eastwood en "Cry Macho". La película sin él en la pantalla habría sido otro cantar, no me cabe duda. Por eso pienso que vale la pena verla solo por contemplar su sonrisa, socarrona, varonil, dulce, altanera y conquistadora, ante la tabernera que lo acoge y ayuda en su devenir por el México de frontera, el de siempre, el de "Grupo Salvaje", "Los Profesionales" o de "Mula"; el del macho Trump. Sonríe el maestro en esta película con la misma expresión en el rostro que, a pesar de los años y arrugas, le mostrara a Rene Russo la primera vez que se dirigió a ella en "En la línea de fuego" de Petersen (1993), o a Meryl Strepp en sus "Puentes de Madison" (1995). Para derretirse.
DIEGO
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