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Voto de pancho carilao:
6
Ciencia ficción. Fantástico Scott Carey (Grant Williams) navega con su mujer en una lancha motora y, mientras ella va a buscar una cerveza, se ve envuelto en una extraña nube. Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo: poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. A partir de entonces, su vida será una pesadilla, una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano (un gato, una araña) representa para él ... [+]
9 de junio de 2007
19 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una de sus novelas, el escritor Kurt Vonnegut establece al culpable de todos los males del ser humano: su voluminoso cerebro. Es éste el que nos lleva a pensar muchas veces en exceso, a codiciar más allá de la cuenta, a darle y darle vueltas a las cosas dejando de lado la simpleza de la vida. Ese voluminoso cerebro, por cierto, me obligó a tomar una huincha de medir cuando finalicé de ver "El increíble del hombre menguante". Así fue como constaté que mis piernas (del suelo a la cadera) miden un metro y ocho centímetros y que mi estatura total alcanza el metro ochenta y seis. El asunto hubiera quedado sólo en simples datos numéricos, pero mi cerebro me recordó que el protagonista de la película, después de verse afectado por una nube radioactiva, por un tiempo queda midiendo un metro y veinticuatro centímetros y con esa estatura se pasea por las calles y conversa con su esposa. Notable sorpresa, por tanto, me provocó mi cerebro al volver a recordarme que en todas las escenas el protagonista apenas les llegaba un poco más allá de las rodillas a los demás actores (con un metro y veinticuatro). Eso me causó un cortocircuito. Sé, por ejemplo, que los estadounidenses tienen un promedio de estatura superior a los latinoamericanos, pero si sus rodillas se alzan por sobre el metro eso implicaba que la esposa del hombre menguante y toda la gente con la que se cruza en la calle medían algo así como dos metros y veinte centímetros como mínimo. Actores muy altos, pensé. Sin embargo, mi cerebro siguió insistiendo y me dijo que las personas que sufren enanismo, no tienen el rostro ni el cuerpo proporcionado como si lo tenía la actriz a la cual el director de esta obra hizo pasar por enana. A esas alturas ya quería desalojar al cerebro de mi cabeza, pero preferí recordarle que a pesar de sus datos la película entretiene y que debía ser considerada de acuerdo al año en que se filmó, 1957. Mi cerebro, como contraataque, me dijo que está película figuraba en una lista elaborada hace un tiempo por la revista Times como una de las mejores películas del siglo XX, no obstante ser simplona, con escenas parecidas a las del "Chapulín Colorado" y obvia por su desenlace. Entonces me enfurecí y prometí nunca más invitar a mi cerebro a ver este tipo de películas y por llevarle la contraria califiqué la película con un seis.
pancho carilao
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