Elegante, sobria, fría y pasional, narrativamente densa pero descriptivamente elocuente, ‘Jackie’ es un espejo roto cuya reflejo no es un biópic sino la imagen de una mujer en un momento tan relevantes que ambos han perdurado en el tiempo. Pablo Larraín nos ofrece la trastienda de un hecho que marcó al mundo entero, no parte del punto de vista principal sino desde un ángulo centrado en un personaje tan enigmático como interesante.

Natalie Portman ha cambiado las zapatillas y el tutú por el vestido lila de Chanel y los tacones, reto mayúsculo el de encarnar a uno de los íconos femeninos más emblemáticos del siglo XX. Posiblemente JFK se hubiera enamorado también del talento de Portman, ella es la película, con una mano sujeta casi todo el peso del largometraje y con la otra la responsabilidad de ser Jaqueline Kennedy, palabras mayores resueltas con el suficiente arte como para ser “la” o una de “las” actrices del momento. La ambientación del largometraje va acorde al personaje, cuidada en los detalles, de porte majestuoso y refinada elegancia.

‘Jackie’ transcurre con una atractiva y sólida lentitud pero algo débil en sus formas. Con una innegable personalidad la Jaqueline de Larraín parece estar en ocasiones reprimida, Portman evoca una dureza a través de su interpretación que parece querer llegar mucho más allá, pero el propio desarrollo argumental se lo impide. No esperes una descripción explicita de lo que fue Jacqueline Kennedy Onassis, verás una mujer y un hecho con la suficiente potencia como para apretarte el corazón, pero ‘Jackie’ simplemente te agarra fuerte la mano.

Lo mejor: Portman y la elegancia del conjunto.

Lo peor: pese a su solidez se echa en falta ambición y fuerza en el relato.

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