Nada de gigantescas naves espaciales al son de valses, monstruosos alienígenas invasores, planetas prohibidos, viajes cósmicos, inteligencias artificiales y demás engendros mecánicos. No, nada de eso, sólo el retrato de nuestra alma, el viaje hacia nuestro final, la fotografía envejecida de una especie en vías de extinción, la bofetada a un simio que quiso y no pudo, el reflejo del depredador estúpido que se alimenta de sí mismo. ¿Cómo hablar de una de las películas que más me han gustado en los últimos años? ¿Cómo expresar la gratitud infinita a Cuarón por plasmar el gran cuento de los perdedores, de todos nosotros y del legado que estamos dejando a nuestros hijos? Demoledora visión de un mundo que se agota y de una especie que no encuentra su sitio en el arca.