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España España · Sevilla - Madrid
Voto de Marta Suey:
9
Comedia Cinco estudiantes de distinta educación, formación y gustos son castigados a pasar un sábado en el instituto en el que estudian. Pronto las desavenencias entre ellos aparecen, especialmente cuando el director que les vigila se ausenta del aula.
1 de agosto de 2009
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocurrió antes de que la franquicia American Pie viera la luz. Mucho antes de que Disney metiera baza (y a Zac Efron) en el cine de (y para) adolescentes. Mucho antes de que los Jonas Brothers se fueran de campamento; John Hughes (Diecisiete Velas o Todo en un día) dirigió a primeros de los ochenta una película de culto llamada The Breakfast Club (e inexplicablemente traducida como El Club de los Cinco en español), estrenada en 1985, que dejó muy alto un listón que hasta el momento pocas películas del género han logrado superar.

Cinco adolescentes arquetípicos de la sociedad americana de la época son castigados a pasar un sábado encerrados en la biblioteca de su instituto. Tenemos de todo: la pija (Molly Ringwald, Secuestrando a la Srta. Tingle), el atleta (Emilio Estévez, Bobby), la inadaptada (Ally Sheedy, Sólo un Sueño), el empollón (Anthony Michael Hall, El Caballero Oscuro) y el macarra (Judd Nelson, St Elmo, un punto de encuentro). La posibilidad de que se lleven bien en sus ocho horas de castigo parece prácticamente nula. Y sin embargo, después de mucho discutir, pelearse y hablar (de sexo, de sus propias vidas, de lo que les ha llevado hasta donde están) se encuentran mucho más unidos de lo que estarían a cualquiera de sus “amigos” convencionales. Pero sin embargo, el castigo se acaba, todos salen de la biblioteca… y nadie sabe qué ocurrirá el lunes.

Tiene los típicos fallos de toda película ochentera: cambios en las posiciones de una toma a otra, objetos que aparecen breakfastclub1en lugares distintos en cada escena, relojes que saltan en el tiempo… pero dejando esto atrás, hay tres factores que combierten El Club de los Cinco en una gran película: el dramatismo que impregna cada escena (sea o no cómica) y que reside en cada personaje; la naturalidad de su guión (dando lugar a diálogos memorables); y el trabajo de sus actores, especialmente el de Judd Nelson y Ally Sheedy.

En definitiva: gran película, gran guión, grandes personajes con los que es difícil no sentirse identificado.
Marta Suey
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