No es una película sobre el terrorismo aunque nos muestre claramente el fanatismo al que puede llegar el ser humano. Cuando somos capaces de torturar y matar a alguien que no conocemos, que nada nos ha hecho, que no es poderoso ni detenta cargo o poder alguno, alguien que puede ser víctima de la sociedad y de sus males en la misma medida que nosotros, es que algo falla en nuestra mente. Todo se puede defender y es perfectamente legítimo aspirar a cualquier objetivo, pero hay unos límites, una persona normal no debiera traspasar ciertas barreras que la misma lógica y el sentido común imponen.
Pero esta es ante todo una cinta que nos habla de las personas, de sus sentimientos, del amor, de la amistad, de cómo a la vez que el ser humano puede matar, también puede morir por salvar a otros, es hermoso ver y constatar que también podemos realizar enormes sacrificios, con altísimos costes.
Aunque la historia es inverosímil y le cuesta mucho sostenerse, aunque tenga unos cuantos cabos sueltos, posee en muchas fases una magia que sin quererlo te cautiva, y unos personajes, el protagonista y la chica con el corazón siempre roto, francamente potentes y muy bien interpretados. En esa hipotética lucha entre la crueldad y la entrega sin medidas, entre el resentimiento y la ternura, no debiera existir ninguna duda sobre nuestra elección.