"Última noche en el Soho" es una de las más gratas experiencias de este año en materia cinematográfica. Edgar Wright te coge de la pechera y te agita y te grita justo después de que te haya contado un chiste.

Desde la primera escena te cautiva con una linda secuencia de Thomasin McKenzie (está genial esta chavala, sólo 21 años y tiene gran capacidad para sacar adelante una gran carrera) bailando con un vestido hecho por ella. Te trata de agradar en los primeros 30 minutos, te seduce, te invita a vivir en el Soho para después descolocarte con un giro de la trama.

Y me encanta como combina su estilizada dirección y frenético montaje marca de la casa de Edgar Wright para llevarte a un giallo de Argento. Pasa del "Baby Driver" que podía parecer los primeros 30 minutos para llevarte a "Suspiria" a que sufras. Tiene ese punto giallo dentro del thriller acompañado con una selección de témanos de los 60 que conjuntan una obra con un terror delicioso, estilizado y muy atractivo.

Una historia sobre fama, ilusiones perdidas y que muestra el estercolero que es una gran ciudad, en este caso la excesivamente adorada y romantilizada Londres. Edgar Wright se toma en serio a sí mismo, sale con un ritmo espectacular y a asustarte, conmoverte y alegrarte. Ojo con Anya, ya una estrella consagrada, como hace suyo cada fotograma en el que se le encuadra