Alejado de la calidad de los increíbles trabajos de Clint en la incursión del género con Sergio Leone o con Don Siegel, no se puede negar las nobles intenciones del realizador Ted Fost en presentar una película que sin más pretensiones que las de entretener, consigue su objetivo de forma ejemplar.

La primera producción de Mal paso, productora de Eastwood, no podía ser más buena. Es cierto que no estamos ante un western que tenga algún elemento reinvindicable o destacable, pero eso no quita de que no estemos ante un buen film de esta temática que cuenta con una buena banda sonora y a Clint encarnando a un personaje justiciero, alejado de los prototípicos personajes solitarios que el actor encarnaba en los trabajos de Siegel y de Leone.

La película nos narra una sencilla y simplista historia de venganza que cuenta con una muy buena banda sonora y con unos personajes más que trabajados, haciéndolos bastante dignos. En especial, el personaje del juez encarnado por Pat Hingle, que posee una ambigüedad fuera de lo común con las reflexionas que nos invita dentro de un género como el western y en este tipo de producciones donde se busca provocar la mayor ensalada de tiros posible.

En resumidas cuentas, es una película que no tiene particularmente nada reseñable que la pueda hacer destacar, salvo el excepcional carisma de Eastwood, aunque algo relegado también por su perfil de justiciero. El resultado final es un ameno film sin más pretensiones que las de entretener al espectador con las peripecias de Eastwood a la captura de unos peligrosos criminales sin escrúpulos.