Vista desde un punto estrictamente cinematográfico, esta película de Ron Underwood resulta demasiado vulgar para ser tomada en serio. No hay más que ver a los bichos. Son tan cutres que es imposible imaginar cómo montan tanto estropicio a su alrededor.

No problemo. Aquí el encanto no radica en la perfección técnica ni de ningún tipo. Es dejarse llevar por esta divertida aventura, amiga de la serie B, protagonizada por personajes (Bacon a la cabeza) la mar de simpáticos.

No hay que pedir más. Está lejos de eso que llamamos buen cine, y dentro del género, las hay mejores e igual de cutres. Así que, a pasar un rato entretenidos sin pensar demasiado y haciendo poco ruido, no vaya a ser que los monstruos se pispen de que estamos ahí.