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España España · Madrid
Voto de jita:
8
Fantástico. Drama. Romance. Thriller En un inquietante laboratorio de alta seguridad, durante la Guerra Fría, se produce una conexión insólita entre dos mundos aparentemente alejados. La vida de la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja como limpiadora en el laboratorio, cambia por completo cuando descubre un experimento clasificado como secreto: un hombre anfibio (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2018
39 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
En numerosas ocasiones en el mundo del cine se habla del tono. Para un director esa palabra es casi un mantra. En La forma del agua destacan muchas cosas, pero por encima de todas, el tono que Guillermo del Toro imprime a la película. El director Mexicano, fiel a su estilo, vuelve al mundo de la fantasía y la magia protagonizado por un monstruo. Si en El laberinto del Fauno el contexto era la guerra civil, aquí el enclave histórico es la guerra fría y la carrera espacial entre rusos y estadounidenses.

El guión es sencillo pero está muy bien armado. Los personajes, sus objetivos y la trama son muy sólidos y claros. Está co-escrito por una mujer y se agradece en ciertos detalles. Sin embargo, es un guión muy peligroso. Un guión que en manos de otro director acabaría siendo una película de un domingo por la tarde en Antena 3. Y es aquí dónde aparece el dichoso término: el tono.

El director de Guadalajara huye del sentimentalismo. Puede haber gente que llore con la película (que se sientan agraciados por ello) pero en ningún momento Guillermo del Toro busca la lágrima, no es maniqueo. Cual funámbulista en el cable se mueve en esa delgada línea que como he dicho antes, en manos de otro podría acabar en fracaso. En él no. Le sobra talento. El tono de Guillermo del Toro es la delicadeza y la ternura con la armonía del clasicismo. Su precisión narrativa es asombrosa. Sus movimientos de cámara y su estilo visual solo al alcance de un virtuoso de la imagen. Esa delicadeza se encarna en una superlativa Sally Hawkins de la que no voy a decir absolutamente nada. Como su personaje, me quedo mudo. Eso sí, fíjense en su manera de caminar. Ese detalle justifica el precio de una entrada de cine.

La música es el otro elemento que lleva la película a un estado de apacibilidad que uno desearía que fuera eterno. Mágico Alexandre Desplat y precioso el repertorio elegido. Eso sí, cuando el director quiere jugar a mantener en vilo al espectador también saca buena nota. Hay conatos de cine negro, es inevitable acordarse del otro mago de los cuentos llamado Tim Burton. Incluso de Scorsese, tanto por los movimientos de cámara como por La invención de Hugo. La cinefilia también tiene sitio en la película.

Pero yo me acuerdo de otra historia. De otra historia de amor que también ocurría en los años 60 y en un apartamento. La película habla de amor y compasión sí, pero sobre todo habla de la soledad. Me viene a la mente Bud Baxter viendo la televisión. Allí vi a una persona que por encima de todas las cosas necesitaba a otra persona. Lo mismo le pasa a nuestra querida Elisa. Una soñadora que vuelve a casa acurrucada en el cristal de una ventana tras limpiar las miserias del ser humano. Y lo hace con un sonrisa melancólica y una mirada reflexiva, esperando sumergirse en la vida que merece.

Si son de los que se duchan, prueben a bañarse, es posible que no vuelvan a ver una bañera de la misma forma. La forma del agua.


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jita
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